A pesar de mi insuficiencia renal… ¡Nunca le dejé se sonreír a la vida!

Todos los días, alrededor nuestros, suceden un sinfín de cosas, muchas de ellas malas, en donde simplemente no encontramos salida y tratamos de afectar a los demás que están cerca nuestro con tal de encontrar un pedazo de la felicidad que se nos ha apartado.

En otras situaciones, la falta de compañía, los malos momentos como enfermedades -cáncer, insuficiencias renales, leucemia, neumonitis, apendicitis, depresión-, hacen que perdamos la fe en Dios y que todo se derrumbe.

De la segunda que mencioné es la que quiero hablarles: una gran amiga de mi infancia (que no soy tan viejo), sufrió o “tuvo” insuficiencia renal. Se llama SADIA GABRIELA BARDALES.

En todo esa etapa fue poco lo que hablamos, aunque nunca se me escapó de la mente todos los momentos, y si no, el mismo Facebook se encargaba de recordarlos.

Aprovecho esta columna para darle Gracias a Dios y decirle que es todo una guerrera y que Él tiene grandes propósitos en tu vida, llenas la vida de muchas personas en gran manera con tu inapagable y bonita sonrisa y con tu forma de luchar en la adversidad.

Por cierto les dejo su “post” de motivación y que al menos a mi me dejó acongojado y que me hace seguir adelante de los diversos problemas que tengo y pueda tener en el futuro.

Sonriéndole a la Vida

La vida está llena de pruebas; pruebas que muchas veces nos hacen caer y pensar por qué somos nosotros los que tenemos que sufrir por ellas, la típica pregunta del: ¿Por qué a mí?

Y es ahí cuando muchas personas no logran entender que la verdadera pregunta que Dios quiere que todos nos hagamos en momentos difíciles es: ¿Para qué?

Al principio, el solo escuchar “insuficiencia renal” me destruía completamente, me hacía pensar que todo estaría perdido con mi vida.

No quería aceptar que era YO la que estaba enferma, y me refugiaba en el ejercicio, deseando que al terminar, todo volvería a la normalidad.

Pensaba en lo “suertuda” que era, que solo lo malo me sucedía, y creía que por qué entre tanta gente que existe en el mundo, tenía que ser yo la que sufriera, y máxime cuando estaba en mis “mejores días”, en los cuales tenía muchos planes.

Mas no sabía que Dios tenía muchos mejores planes para mi vida.

Inicié el proceso de diálisis peritoneal, y seguía sin entender todo. Lloraba por las noches, rogándole a Dios que me cumpliera el milagro de despertar, y que todo hubiese sido solo un sueño, y que seguiría con mi vida normal.

Mi mente cambió de parecer el día que fui a cita y vi a un niño de más o menos 8 años que estaba pasando exactamente por lo mismo que yo, y ahí estaba, tranquilo, como si nada le estuviera pasando.

Y fue entonces que comprendí que las enfermedades no tienen edad, género, ni tiempo para aparecer, que no era la única con ese problema, y que había gente menor o mayor que yo, y tal vez peor que yo.

El que me conoce, sabe que la mayoría del tiempo ando sonriendo. Y cuando comencé con todo, a pesar de las muchas cosas que pasaban por mi mente, esa sonrisa no se borró de mi rostro.

Es increíble cómo Dios me dio fuerza para seguir adelante con pequeños detalles que hasta que acepté que todo pasaba por algo, y ahora que ya terminé todo, los puedo apreciar.

Detalles como: una llamada/mensaje de alguien que menos esperaba, personas que no conocía orando por mi sanación, llorando en cada cita con mi doctora porque sentía que me hablaba fuerte, o que me decía las cosas para hacerme sentir mal, cuando todo lo hacía para ayudarme a que estuviera bien y que me sanara.

Mi sobrina de 3 años en ese tiempo ayudándome en cada diálisis, diciéndome: “Tía ya te toca la dialisis?” o “¿Ya vas a terminar para que juguemos?”.

Ver a mi mamá y hermana hacer y decir de todo por verme bien, hacerse las fuertes frente a mi, cuando yo bien sabía que a veces ellas se sentían igual de mal por todo lo que estaba sucediendo, escuchar a mi tía todo lo que leía en Internet a diario desde que supimos lo que tenía, solo para buscar una explicación de mi enfermedad (ya que nunca hubo un diagnóstico del porqué de mi enfermedad), y ver cómo la familia en momentos es la que más se hace presente.

Sadia Gabiriela

Muchas fueron las veces que nos peleamos con mi hermana, nos dijimos hasta de lo que nos íbamos a morir, y que nos dejamos de hablar por tonteras.

Nunca pensé que ella sería la que, con un órgano tan importante, me devolvería la vida entera. Que no le importara pasar por una cirugía, en la cual no solo perdería un riñón, sino también una costilla.

No sé ustedes, pero yo sí siento que tengo a la mejor hermana de todas, hasta mejor que cualquier superhéroe que exista y hasta los que están por aparecer.

Y es con todo esto que veo que por más que no quería aceptar mi enfermedad, por más que la idea de poder morirme nunca se alejara de mi mente, y por más que no sabía por qué todos mis planes se habían cambiado de un día para otro, Dios siempre estuvo ahí, mandándome milagros a diario que me mantenían fuerte, que mantenían mi fe en Él viva para poder esperar el milagro mayor que fue mi trasplante.

Es ahora que comprendo que todo lo que pasa es porque Dios tiene un propósito con nosotros, y muchos mejores planes para nuestra vida.

Es por eso que hoy, tras haber enfrentado esta batalla, sigo sonriendo como siempre lo he hecho, con mas fuerza que antes, y sin miedo hacia las pruebas.

La vida es bella, y muchas veces no la valoramos por dejarnos llevar por cosas que no tienen importancia… cuando pensemos que todo está perdido, lo más importante es ORAR y esperar, porque para Dios nada es imposible, y Él sabe cuando y para que tus planes tienen que cambiar.