El Primi que yo conozco

El Primi que yo conozco la lleva por la banda izquierda, gafete de capi, el 6 azul costurado en la espalda del uniforme Adidas, cerca de la tribuna desde donde la hinchada española le grita de todo.

Como los pistones de un fórmula 1, sube y baja, baja y sube, incansable, porque su amor por Honduras le impide quedarse nunca sin oxígeno.

Conozco al Primi cuando yo apenas tengo diez años, y me pego a la pantalla de la TV, me como las uñas, y como juega la Selección Nacional, en mi casa nadie me dice nada cuando suelto malas palabras…

Allí está el 6, y el 5 (Villegas), y el 10 (El Macho), y el 15 (Pecho de Águila), y el 5 (Costly, el papá del Cocherito), y el 1 (Tile Arzú), y el 2 (Gutiérrez), y el 9 (Porfirio), y el 4 (Azulejo)… Y uyyyyy, el 20 (Inmenso, elegante, de los mejores del mundo, Gilberto Yearwood)…

¡Y sin ceremonias ni ritos los nombro mis ídolos de niñez!

El Primi que yo conozco falla tres años más tarde, frente a Surinam, un penal, en plena eliminatoria a México 86, y allí, sentado en el sector de silla, sufro, pero no por el penal, sino porque la afición lo insulta.

¿Así se le paga al capitán después de la hazaña en España 82?

El Primi que yo conozco lleva al Águila del Motagua tatuada en el pecho, el alma, la mente, el corazón…

El Primi que yo conozco corre hacia la gradería de sol, vestido con el naranja y negro de otra Águila, el Águila de El Salvador, en una de aquellas hexagonales de Concacaf que hacían vibrar al Nacional, pues acaba de meter un gol de zurda -¿Acaso hizo un gol de derecha en su vida?-, y el pueblo de sol aplaude, porque Primi es uno de los suyos.

El Primi que yo conozco juega en Real España (¿Se acuerdan de un golazo de ñurda que le metió al Olimpia?), se hace entrenador, le da títulos por montones a Motagua como quien reparte confites, lleva a la H a un tercer lugar en la Copa América y a los Juegos Olímpicos, y nos enseña que en la cancha no somos menos que nadie, ni siquiera cuando se trata del todopoderoso Brasil. Y como nadie le cree, le gana dos a cero.

El Primi que yo conozco, dicen las malas lenguas, vendió su alma al Diablo antes del partido contra Trinidad y Tobago en el Olímpico de San Pedro Sula. Hay miles de versiones de quién lo compró y por cuánto. Para disfrazar la sinvergüenzada, cuentan que les dijo a sus jugadores que estrellaran siete balones en el travesaño, porque así la gente no se iba a dar cuenta de la trampa.

Yo nunca lo creí, por supuesto, así que, en mi opinión, son puras habladurías. Pero si alguien cree lo contrario… ¡Que presente las pruebas o se calle el pico!

Al Primi que yo conozco lo acaba de sancionar la sacrosanta federación internacional de mierda “mandrakera” asquerosa cloaca FIFA, quien nos quiere hacer creer que juega de papel higiénico en esta historia, cuando todos sabemos que es el trasero que ha llenado al fútbol con sus suciedades.

El Primi que yo conozco no participó en la negociación. Su error: no denunciarlo. ¿Y a quién lo iba a denunciar? ¿A los mafiosos de la Federación Salvadoreña? ¿O a los hampones de la FIFA?

¿Imperfecto? Por supuesto, como lo somos todos. Así que… ¿Quién podrá tirarle la primera piedra?

Mi solidaridad con Ramón Enrique Maradiaga, a quien llaman Primitivo, y cuyo delito es ser un triunfador en un país con mentalidad de cavernícolas…