ENCARGUITO: Hasta “las Europas” van a dar las rosquillas de Sabanagrande

Una de las cosas que tenés que hacer SÍ O SÍ al pasar por Sabanagrande es… ¿Sí sabés, verdad? ¿No? ¿Seguro?… ¡Ah¡, yo sé que sí sabes… ¡Comprar Rosquillas!

¿A poco no?

Cada región de Honduras tiene lo suyo en gastronomías que atraen al viajante al momento de vacacionar Comayagua: chicharrones y el atol; Lago de Yojoa: pescado; Santa Rosa de Copán: café; San Lorenzo: camarones; y en Sabanagrande: las rosquillas.

En el camino hacía Sabanagrande, en busca de esas rosquillas, se quedan grabados en la memoria las montañas llenas de pino y casas de tejas rojizas a orilla de calle.

Pero, después de cuarenta minutos, al ir llegando nos enamora un aroma con olor a tradición que sale de enormes fogones.

Esto nos indica a hacer ese alto casi obligatorio para degustar de una humeante taza de café acompañada de dos, tres y, por qué no, hasta cinco rosquillas, tustacas o quesadillas.

¡Ahh, qué ricas que son las Rosquillas de Sabanagrande!

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Elaborados a base de maíz y queso, se han vuelto tan populares que, incluso, de países de la Unión Europea hacen pedidos de este alimento con sello 100% catracho.

Rosquillas como las de doña Adriana Ávila, que son de las más solicitadas en el mercado de Sabanagrande, merecen un gran reconocimiento, pues desde hace 33 años comenzó su negocio con apenas un solo horno y en hoy en día, gracias a él sacó adelante a toda su familia.

Desde tempranas horas, las cocineras se enfundan en sus uniformes para elaborar los ricos aros  de maíz. Miles y miles de rosquillas se hacen diariamente en los casi cinco hornos con los que cuenta ahora.

“Empezamos a hornear desde las tres de la mañana y concluimos a las diez de la noche”, dice doña Adriana,

Con todos los ingredientes listos ponen la masa por aquí y de inmediato hacen la mezcla de los ingredientes que le ponen el punto saladito que caracteriza al producto.

Lo amasan, lo preparan y cuando ya está listo lo colocan en las cazuelas especiales que luego pasan al horno de tierra.

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Al fondo de la casa encontramos a las mujeres que dan forma a cada uno de los productos: unas preparan las rosquillas, otras hacen el relleno, más allá están las encargadas de las tustacas, y por último, los hombres, que son los responsables de dar el punto de cocción, secado y molido al maíz.

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Son 20 minutos para que tengamos el producto tostadito, no sale ni quemado ni con falta de cocción, es como se dice, tener el punto exacto.

Una vez fuera del horno, las mujeres se afanan en embolsar las rosquilla y quesadillas calientitas, porque afuera están los clientes esperando llevarse el producto recién hecho.

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En varias oportunidades pudimos observar cómo visitantes y lugareños llegaban a comprar el  producto.  “Quiero tres bolsas de rosquillas”, “deme doscientos de variado”, decían repetidamente los clientes que de sus vehículos se bajaban para saborear las calientes roscas.

Las rosquillas de Sabanagrande también viajan en las maletas de viejos clientes y nuevos, como nosotros con Frank Aguilera, hasta Tegucigalpa o  llevan su sabor a Estados Unidos y Europa.

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