Cuando la U era un chiquero, y los alumnos llegaban a jugar naipes o a trincarse en las bancas, y los maestros aparecían cuando les daba la gana, nadie decía nada.
¡Todo era felicidad!
Pero llega Julieta Castellanos, pone orden con las clases, sanea las finanzas, construye nuevos edificios sin endeudarse y le devuelve la credibilidad a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), y se arma el caos.
Obvio: la ahora ex rectora cometió errores, especialmente al final de su gestión. Se volvió intolerante al diálogo, mandó a sus gorilas a repartir palos y se ensañó con los alumnos que participaron en protestas y tomas de la UNAH, incluso, pasando por encima a los acuerdos entre ambas partes.
Pero de eso, a decir que es una incapaz, corrupta o dictadora hay mucha diferencia.
Quedaron muchas cosas por hacer, claro que sí. A pesar de sus ocho años como rectora, nunca pudo solucionar el hacinamiento -despelote madre-, en las aulas, al punto que aún vemos alumnos “recibiendo” clases parados en la puerta o “encaramados” en una silla para poder ver y escuchar a través de una ventana.
“No voy triste, por el contrario, me voy muy optimista, orgullosa, satisfecha; siempre miro el futuro con mucho optimismo; pese a todos los problemas, si todos hacemos lo mejor, el país puede mejorar y es lo que hemos demostrado en la universidad”, dijo July al momento de despedirse, mientras afuera, los alumnos celebraban y bailaban (sí serán mensos), al ritmo del perreo. ¡Y hablan de identidad nacional!
Se logró restablecer la credibilidad en la UNAH, para que la institución mejorara los estándares en el rango internacional, por ser la casa de estudios pública de Honduras -dijo July, con visible orgullo.
Además, se establecieron 170 convenios con universidades locales e internacionales y se cumplieron totalmente los compromisos financieros, laborales y administrativos -señaló.
Ahora vuelve a las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales. A ver si los encapuchados la dejan dar clases…
