Lección de vida: Y vos que pensás que tu vida es una basura…

Pensá en los motivos que te amargan la vida desde la mañana: el tráfico (Uta, mano, ¿por qué se meten y no hacen filas esos buseros?); un trabajo que no te gusta y de remate te pagan poco; un jefe que es un idiota; el tema político; los baches; el Trans…

O cosas como “Fackkk, se me ponchó la llanta” o “va echando humo el carro”. O tal vez te acaban de llamar para decirte que a tu hijo lo volvieron a mandar a la dirección.

Tantas cosas por las que nos podemos sentir infelices: las deudas, las pocas posibilidades de tener la casa de nuestros sueños, en fin…

Y lo veo, a este humilde recogedor de basura, con toda la tranquilidad del mundo, en sus meditaciones, mientras el camión se desplaza por el anillo periférico.

Pienso que yo no tendría estómago para un trabajo así. No lo estoy viendo de menos. Simple y sencillamente es que no tendría el estómago.

Supongo que él ha de tener más motivos para estar fastidiado de la vida, pero allí va, apoyado y los pies colgando, a recoger basura a alguna colonia capitalina.

Lo veo y se me quita la quejadera de la mañana.

Porque como decía el poeta Guillén Zelaya: “Lo esencial no está en ser poeta, ni artista, ni filósofo,

Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su trabajo, la conciencia de su trabajo el orgullo de hacer las cosas bien, el entusiasmo de sentirse satisfecho de querer lo suyo”.

Se reanudo el tráfico. Le paso al camión de la basura y le doy las gracias mentalmente a este héroe anónimo que me acaba de dar una bonita lección de vida.