¿Leer la Biblia en las escuelas o mejor bailamos y nos “pegamos como animales”?

Hace unos días, al dejar a mi hijo en la escuela, retumbaba el “Si necesita reguetón dale, sigue bailando, mami, no pare… Acércate a mi pantalón, dale… Vamos a pegarnos como animales”.

Unas niñas de sexto grado bailaban, mientras la maestra les daba indicaciones de cómo moverse mejor.

¿Por qué no obligan a que en las escuelas de Honduras pongan canciones de Guillermo Anderson? -pensé, antes de subirme a mi carro.

Así como en la escuela de mi hijo, en la mayoría del resto de Honduras sucede lo mismo ante vista y paciencia de los padres, los maestros y las autoridades de Educación.

Como esta foto sacada de un vídeo tomado durante la celebración en una escuela de Cortés el año pasado, en la que los maestros les explicaron a los cipotes cómo se la “tenían que arrimar”.

Tampoco es que me las voy a tirar de santulón, pero para todo hay tiempo, y mal hacemos en ponerles canciones de Maluma, por ejemplo, que invita a orgías, a nuestros niños.

El vaguete ese de Maluma para los adultos; no para los pequeños.

Ya grande, cada persona puede escuchar lo que les ronca, pero no en quinto y sexto grado.

Pero nadie dice nada, porque a nadie parece importarle.

Y hoy, cuando acertadamente el diputado Tomás Zambrano propone que los niños de las escuelas lean la Biblia, brincan los “modernos”, las “mentes amplias”, los que a todo le ponen peros, y dicen que es malo porque tenemos muchísimos años de ser un Estado laico.

¿Qué de malo puede resultar en leer la Biblia y que los niños le den un enfoque social y actual?

¿Habrá algo de malo que se les pida a nuestros niños que interpreten el versículo en el que Jesús pide que si tenemos dos túnicas se la demos al que menos tiene?

¿O aquel en el que dice que “Tuvo hambre y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, estuve desnudo, y me dieron ropa; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a mí”.

Y el de que “Es más fácil que un camello entre en el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos”.

Lo único que se debe evitar es que los sacerdotes y pastores de las iglesias Católica y Evangélica traten de imponer sus doctrinas, dogmas e ideas fundamentalistas, para llevar “agua a su molino”, porque allí se perdería el objetivo de esta propuesta.

Leer no puede ser nunca malo, y menos un libro con tanta sabiduría. Si sacamos bellas lecciones del Quijote, Los Misarables, de los poemas de Roberto Sosa y de las novelas de Amaya Amador, ¿qué cosas no podrán aprender los niños con la Biblia, a quien el propio García Márquez definió como “un libro cojonudo donde pasan cosas fantásticas”.

No podemos ser tan cerrados y radicales. Que los niños lean la Biblia no convierte a Honduras en un país religioso ni dogmático.

Si dejamos que a los niños les pongan “perreo intenso” y los hacen coreografías al ritmo de “te la arrimo papi”, “me la trompetea”, “y agrandamos el cuarto”, entonces, ¿cuál es el problema que lean un salmo, un proverbio o una pasaje de a vida de Jesús durante unos minutos antes de empezar sus clases?

Aplaudo la propuesta del diputado Zambrano.