Leer la Biblia en las escuelas… ¿Y por qué se alarman?

Sin duda que somos un pueblo difícil de comprender, nos horrorizamos por cosas que no deberíamos y “nos pela el eje”, como dice doña Ariela, las situaciones a las que le deberíamos de poner toda nuestra atención y alzar nuestra voz.

Para el caso, esta semana se aprobó en el Congreso Nacional una moción para que se creen mesas de trabajo entre el ministerio de Educación, maestros, iglesia Católica, y Confraternidad Evangélica y analizar la forma adecuada de introducir la lectura de la Biblia en las escuelas y así promover los valores éticos en los cipotes.

¡Nada para alarmarse!…

En teoría no, pero no han tardado en salir los que no están de acuerdo con la propuesta, lo cual están en todo el derecho de no gustarle la idea, pero lo feo del asunto comienzan con los dramas exagerados respecto al tema, como si esto fuera el fin del mundo.

Aquí es cuando me pregunto: ¿por qué se indignan más por que a los cipotes se les lea la Biblia en las escuelas, que sacrificarlos a las pandillas y drogas…?

Porque sí, creelo o no, en las escuelas de Honduras se consumen drogas, los pandilleros reclutan a los cipotes, los convierten en ladrones, etcétera..

Lo que se pretende es que a los cipotes se le inculcan los valores morales, y buenas costumbres. Si bien es cierto esto NO ES LA SOLUCIÓN, en algo ayudará. ¿No creés?

Leer la Biblia para que los niños no se salgan del camino de la rectitud es una medida que no hará daño a ninguno y que vale toda la pena si con ella al menos uno de nuestros cipotes se aleja de un mal camino.

De esto solo podrán sacar valores como el sacrificio y amor de Jesús, la solidaridad, o, por ejemplo, la sabiduría de Salomón, los consejos de Dios en el libro de Sirácides -les recomiendo leerlos-,  a vencer los miedos y obstáculos como Moisés, a ser un gran administrador como José de Egipto, el perdón, sacrificio, responsabilidad; a no robar tal y como dicen en los mandamientos…

Así que, démosle una oportunidad, esperemos que funcione por el bien del futuro de nuestros cipotes, para que ellos no lleguen a ser tan malos como nosotros y puedan salvar-, de verdad- a este país.