PAÍS NOSTALGIA: Los maules, ¿y ahora a quién le tocan las ñoclas?

Por: DENNIS ÁVILA/escritor hondureño

Foto: Juan Deleon

A nadie le gusta perder. Dejemos a un lado el dinero o el fútbol. A nadie le gusta perder. Y para entender mejor estas palabras, echaré “mano” de un glosario, correspondiente al deporte más barato del mundo.

Mables o canicas. Sin duda recordamos estas bolitas de vidrio resistente, a las que también les decíamos “maules”. Y aunque podíamos tener nuestro preferido –el de la suerte, el más atinado, el de “mejor pulso”–, los ansiábamos en grandes cantidades. De hecho, en nuestras “Ligas de Tierra” jugábamos con ese objetivo: obtener una recompensa, es decir, volver a casa con las bolsas repletas de estas esferitas de colores.

Ñoclas o morras. Recibirlas era lo peor que te podía pasar. Un castigo surgido por la codicia que habita en cada juego (¿en cada vida?), al no aceptar, precisamente, apostar nuestros maules. Así, una vez que perdíamos, teníamos la obligación de poner el puño en la tierra, haciendo la cabeza para atrás o cerrando los ojos, mientras dábamos a nuestro oponente la oportunidad de castigarnos una, dos, cinco –¿diez?– veces, con su mable. Los jugadores más sanguinarios apuntaban abajito de los nudillos, donde dolía más. La ñocla fue la peor forma de tortura que aprendimos en la infancia.

Boloncas. Me encantaría pensar que estos mables XXL fueron inventados para el mundo 4 de Mario Bros 3, pero en realidad estas “gigantes” tenían intenciones más oscuras: era imposible derrotarlas. Al luchar contra ellas, hacíamos el ridículo. Pegarles era rebotar. ¿No sienten que nuestras deudas, el alto costo de la vida, la inseguridad y tantas cosas que nos impiden vivir tranquilos, son boloncas que nos persiguen, maniáticas, con ganas de caernos encima?

Carambola. Pienso en la palabratramitador”. Esto es una carambola: pegarle al mable de nuestro oponente a través de otro. Regla básica para sobrevivir en un mundo donde tus pasos no importan si no existe alguien que “te tramite” o “te recomiende”. Sospecho que la expresión le entiende al trámitenació luego de una carambola.

Balines. Conseguidos por quienes tenían acceso a talleres de mecánica, lo cual les daba el chance de quebrar lo que fuese con estos “mables biónicos”; y no me refiero a violentar, solamente, contra las ingenuas bolitas que resultaban ser los maules tradicionales frente a su poderío, sino al acto de lastimar nuestros puños con las ñoclas o las morras. No me extrañaría que muchos de estos seres violentos sean quienes cometen los actos más detestables de corrupción en el gobierno, en la empresa privada, en sus familias; en sus vidas.

El cojón. Movimiento que consistía en despegar la mano del suelo y luego echar el brazo para atrás, lo que permitía lanzar un mable con la fuerza que tienen los resortes. Si pensamos en esos carros “modificados”, jugar con cojón era pegarle a otro maule con “nitro”. Era ilegal. Había dos tipos de cojones: uno, en pleno partido, ante lo cual no era raro escuchar: <<¡Ey, eso es trampa, eso fue cojón!>>, con la cólera de cuando no te pitan el más justo de los penales. Y, dos, propinarle las ñoclas –con cojón– al perdedor.

La cuarta. ¡Cómo amábamos “hacer una cuarta” que nos permitiese acercarnos al mable que teníamos en la mira! Luego venían los otros con sus trucos, los “maruferos” que crearon la segunda o la tercera cuarta para llegar a la frontera misma del maule, lo cual les permitía llevar a cabo sus trampas –como muchos abogados en la actualidad–, acomodando las leyes a su favor.

Mable morrocudo. El jugador que, tras ganar una partida, lo sacaba de su bolsa, sabía lo que hacía. De hecho, si los mables fuesen seres vivos, un “mable morrocudo” sería como esos tristes gallos de pelea que han sobrevivido a todas las batallas. Un mable “cara cortada” dispuesto a maltratarte, en serio.

 

Sabiendo lo anterior –o recordándolo–, ahora vamos a lidiar con este juego. Y no me refiero a buscar un pedazo de tierra para dibujar la órbita de un planeta, haciendo en el centro (similar a un sol) el agujero en donde vamos a meter los mables. No hablo de obtener los puntos necesarios en este sistema solar de juguete, lleno de planetas en miniatura que en cualquier momento serán golpeados por el asteroide ganador.

Es más profundo que eso. Si a nadie le gusta perder, ¿qué nos cuesta ganar un poquito a todos? La empatía es esa forma de vivir que nos pone en el lugar de los demás. La empatía es eso que no aprendimos y –ahora que nos jugamos la vida– lo único que nos puede abrir los ojos para poder ver al jugador que llevamos dentro, ese que sea digno de hacer algo frente a este desfile de balines y boloncas, empecinados en acabar con nosotros, los maules.