Pinto… ¡Mejor llame a bailarinas de ballet!

Suplentes en equipos de ligas mediocres, los jugadores hondureños, apenas llegan a Tegucigalpa o San Pedro Sula, adoptan poses de grandes estrellas y exigen cosas tan insólitas como dormir en hoteles cinco estrellas.

Y si no les complacen sus caprichitos, arman berrinches y acusan a Jorge Luis Pinto de ser estricto, de muy duro, de general, de cerrado…

Ese es uno de los grandes problema que tenemos los hondureños: nos creemos demasiados vivos y cuestionamos a la autoridad.

Soberbios en Honduras, cabizbajos apenas llegamos a otro país.

Aquí es: “Ve, que no joda. ¿Y yo por qué voy a hacerle caso a ese viejo?”.

En otros países se ponen mansos: “Yes, sir…”.

A Pinto, digan lo que digan, lo avalan los números de su exitosa carrera. ¿Y a nuestros jugadores? ¿Cuántos trofeos han levantado en Europa? ¿O, para no irnos muy lejos, siquiera en México?

¿Cuál será la diferencia entre los jugadores hondureños y Keylor Navas, quien, por si no lo recuerdan, estuvo bajo la dirección técnica de Pinto?

Si el futbolista hondureño no eleva la calidad de los entrenamientos, difícilmente podrá  llegar a la elite.

No es escuchando a Maluma o comiendo baleadas que se superarán como futbolistas.

La actitud de Roger Espinoza, por ejemplo, resume la mentalidad del futbolista hondureño: “Hablé con Pinto de detalles como el bus, las canchas de entrenamiento, los hoteles… Me escuchó, pero él nunca va a cambiar”.

¡Por Dios!

Ya probaron con los métodos más flexibles como los de Rueda y Suárez y clasificamos MILAGROSAMENTE a dos Mundiales y… ¿A qué fuimos?

¿A competir o solo nos presentamos como una Cenicienta a la que a cualquier hora le dan las campanadas de las doce de la noche?

Generación mediocre, comportamiento mediocre. Por eso estamos como estamos: con la calculadora en la mano y los dedos cruzados para que aquél le gane a éste, y éste empate con aquél, y aquél después pierda, y éste empate, pierda…

Como capitán del barco, Pinto también tiene su cuota de responsabilidad en esta campaña desastrosa. Es algo que no se puede negar.

Pero con jugadores que primero piensan en qué tinte de pelo usarán en el partido, o si dormirán en suites y no en habitaciones sencillas, cuesta un huevo llegar al éxito.