Rocío, hija de Guillermo Anderson: “Mi papá fue un consentido de Dios”

Los ojos de Rocío Anderson son como las canciones de su padre: nostálgicos, soñadores, alegres, llenos de colores, un carnaval en el que brilla la esperanza. Frente a una taza de café, en medio del bullicio provocado por las motocicletas, de las carcajadas de las mujeres que están en otra mesa y de las voces llamando al mesero, la hija del Pobre Marinero despliega las velas y empieza a navegar por los mares de los recuerdos. El viaje estuvo a punto de ser acompañado por las lágrimas. Las suyas y las mías…

¿De las tres hijas, quién era la consentida?

Siento que mi papá se dividió en tres. Marianela, la más chiquita, es la más musical, por mucho. Emilia es súper visual, ojo al detalle, minuciosa, perfeccionista; mi papá era perfeccionista. Y yo me inclino más hacia las letras, a la literatura. Mi papá tenía una hija para cada cosa. Tal vez soy la más platicadora y cuando mi papá quería hablar me buscaba a mí. Cuando era de arte, era con mi hermana mayor. Y con Marianela, por su oído musical, para hablar de música.

 

Conocimos al Guillermo genial como cantautor, su sensibilidad, su amor por Honduras, su alma casi como la de un niño. ¿Cómo era como padre?

Había cosas de mi papá que me frustraban, era como un niño. Vaya, mi mamá sufría por su impuntualidad. Yo le decía “Papá, usted me dijo que a las siete me iba a ir a dejar donde mi amiga, pero ya son las 7:30”… Y él, de lo más tranquilo, me respondía “Ya, ya va”. Yo lo veía como algo inmaduro en él. Nunca se tomaba nada personal, era como un don, pero yo me molestaba porque le decía “Papá, mire que escribieron esto de usted”, y él me decía “Ahhhh, Rocío, dejalos”.

cumple de rocío

 FOTO: Rocío en uno de sus cumpleaños; su papá toca la guitarra. Lastenia, su madre aplaude.

¿Era de regañar mucho?

No. Eso se lo dejaba a mi mamá, ja, ja, ja. Mi papa nunca fue la figura fuerte o de autoridad en la casa. Si no le gustaba un vestido que yo me ponía, le decía a mi mamá “¿A vos te gusta ese vestido que anda Rocío?”. Las pocas veces que me regañó fue horrible, porque no me gritaba, sino que me sentaba y me decía “Mirá, eso que hiciste estuvo mal, tu mamá se siente mal, yo me siento mal”… Era traumático, ja, ja, ja.

¿Las fajeó alguna vez?

No, nunca, nunca. La que nos daba coscorrones o chancletazos de vez en cuando era mi mamá, ja, ja, ja.

 

Rocío se ríe. Cuando lo hace, uno puede ver en su sonrisa los versos de Llanto, risa y paz, la canción que Guillermo le compuso cuando ella nació: “Tu risa brilla, brilla y bendice, todo lo puede el amor, me dice”.

¿Qué cosas hacían enojar a su papá?

Cosas como que yo saliera del baño en toalla, y me decía “Rocío, andá a cambiate, no sabés si va a venir alguno de tus primos”.  Le molestaba que nosotros hiciéramos bulla cuando él trataba de componer algo. Cuando componía se sentaba en el patio, y yo a veces pensaba que mi papá sólo estaba fregando con la guitarra, porque tocaba tres acordes y luego pasaban diez minutos y nada… Entonces yo decía “No está trabajando”, y llegaba y me sentaba con él, y le decía “Hola, pa, ¿cómo está?”, y entonces me decía “Bueno, niña, tengo que trabajar”. Y yo no tenía ni idea que estaba trabajando ja, ja, ja.

hija-guillermo-anderson-4

¿Cómo le afectaban las cosas que sucedían en Honduras?

“Mi papá era bien claro en sus convicción de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres, de los niños… Yo le decía a mi papá que tomara un lado, y él me decía, que no hay un lado bueno y un lado malo en política, que en todos hay cosas buenas y cosas malas. Cuando lo de Mel, mi papa perdió un montón de amigos, porque nunca se pronunció, pero él decía “Hay suficientes líos, hay familias peleándose, la sociedad está dividida, como para que yo le eche más leña al fuego”. Recuerdo que agarró su amplificador y se fue con su guitarra a cantar a las escuelas. Fue una forma de llevarles alegría y paz en esos momentos tan difíciles.

¿Cómo iniciaba el día?

Se levantaba temprano –dice Rocío, mientras las mujeres de la otra mesa suben el volumen de sus carcajadas. La pasan bien-. No podía faltar el café. Era cafetero. Y sabía mucho de café. A veces mi mamá no encontraba el café que le gustaba a mi papá y le llevaba otro. Entonces él le decía “Lastenia, ¿verdad que este no es mi café?”. Platicaba mucho con nosotros. Íbamos bastante a la playa. Nosotros vivimos como a tres cuadras del mar, entonces nos llevaba con todas mis primas y se sentaba en su silla de playa y nosotros jugábamos en la orilla. Si miraba que nos acercábamos mucho al mar nos decía “Vénganse, vénganse”… A mis tías no les gustaba mucho que mis primas vinieran con nosotros, porque decían que no nos cuidaba. Mi papá leía o se fumaba un puro. El mar fue su vida. Le gustaba estar en el patio de la casa, si veía que estábamos en el cuarto o en la compu, nos llamaba y nos decía “Venite para el patio que está bien rico el viento”. También invitaba a mis abuelos a tomar café.

¿Cómo era con su mamá?

Nada que ver con el modelo latinoamericano de los hombres. Pobrecito, mi mamá lo pasaba regañando por impuntual, por falta de seriedad en muchas cosas, por distraído. Nosotros le decíamos “Papá, ¿cuál de sus hijas soy yo?”… Y él respondía “Emilia…”, pero nosotros le decíamos “¿Cuál Emilia, la uno, dos, o tres’?”… Es que era despistado, ja, ja, ja.

 hija-guillermo-anderson-19

¿Impuntual?

Uy, sí, bastante. Mi mamá sólo tuvo un novio, fue mi papá. Una vez le pregunté si había estado a punto de dejarlo de novios y me dijo que sí, que una vez. “Habíamos quedado con tu papá de vernos al mediodía, yo llegué, y era como la quinta vez, Rocío, que no llegaba. No es que llegaba tarde, era que no llegaba… No había celulares, así que no podía localizarlo. Yo dije ´Ya no aguantaré que me esté dejando plantada, que no llegue´, pero cuando pensé en la opción de dejarlo me puse demasiado triste”. Otras veces, mi papá decía algo imprudente en la mesa, y mi mamá lo pateaba. Era cariñoso, le decía “Laste”, “Amor”, y mi mamá le decía Guingue, que es Guillermo en garífuna.

Rocío recuerda que a Guillermo no le gustaba cantar sus propias canciones en las reuniones familiares. “No, nunca las cantó, siempre eran canciones de otros artistas, especialmente boleros”, recuerda.

En cada reunión lo hacían cantar –sigue relatando-, pero él se hacía el rogado. Terminábamos de cenar y decía “Bueno, Lastenia, nos vamos yendo”, y le decíamos “¿Y nos vas a cantar?”, y él respondía “Ah, es que no sabía que querían que tocara”. Pero por eso, para hacerse el rogado, porque siempre andaba la guitarra y ya sabía que le iba a tocar cantar.

¿Cómo han sido estos dos años sin él?

Después de un breve silencio: “Raro… no sé si ha pasado mucho o poco tiempo… Al inicio yo le decía a mi mamá ´Me da miedo sentir que solo es que anda de viaje´… No sé si era negación, o es que esperaba que regresara. Los golpes comenzaron hace tres años cuando nos dimos cuenta que estaba enfermo, pero no sabíamos qué era, sólo que le dolía la garganta. Después nos dimos cuenta qué era lo que tenía. Mi papá estaba bien, fue hasta el final… Mi papá se me fue en el peor momento”.

¿Qué cosas extraña?

¡Todo! Cuando me sucedía algo, lo primero que hacía era contarle a mi papá. En la mesa, siempre nos preguntaba si nos había pasado algo extraordinario. Entonces, si me pasaba algo, era como “Se lo voy a contar a mi papá”. Es una sensación que todavía persiste.

 

¿Escucha sus canciones?

Al comienzo no, no podía. Si era por accidente, digamos que yo llegaba a algún lugar, yo podía ignorar la canción, pero estando sola no ponía sus canciones. Le hacían muchos tributos, y como yo era la única viviendo en Tegucigalpa, me tocaba ir, pero yo me cerraba a las emociones. Luego, como estoy en el coro de la U, cantamos canciones de él y me tuve que aprender varias, así que sentía como que me salía por todos lados. Porque no solo es que mi papá murió, sino que fue noticia, tema de conversación.

¿Y ahora?

Ahora sí las escucho. Al comienzo estaba peleado con la música, con los libros… Estaba resentida con Dios.

¿Resentida con su papá?

Ayyy, no sé… No, no, con mi papá no.

Hoy parece que es Rocío la que canta Llanto, risa y paz a su padre. “Luz que me calma, paz que me inunda, gesto que alegra, dicha que abunda. Ave pequeña, llena de encanto, subida al cielo es quererte tanto. Qué afortunada soy al quererte, qué maravilla, qué amor, qué suerte”.

¿Cómo llevó su enfermedad?

Yo había visto persona con cáncer, pero veía a mi papá y no pensaba que tenía cáncer. Porque era el mismo, se reía, la voz le cambió un poco, hablaba bien bajito, pero seguía haciendo las mismas muecas, molestaba… Yo no recuerdo haber tenido miedo, porque veía que era una posibilidad lejana que mi papá se muriera. Sentía que mi familia era intocable. Hasta el mero final… Mi mamá decía que mi papá era un consentido de Dios; aunque no era religioso, sí era muy espiritual. Mi papá nos decía que teníamos que ser buenas personas no para ir al cielo, sino porque debemos ser buenas.

¿Fue un hombre feliz?

Sí, muy feliz.

¿Su disco favorito?

De un tiempo para acá es Mujer Canción, Canción Mujer. Mi papá fue el primer feminista que yo conocí. Mi papá era un feminista de verdad.

¿Y sus canciones favoritas? Mi favorita es Club Social La Gloria, le digo. La canción me da en el corazón y Rocío se da cuenta que me han dado ganas de llorar.

Bar La Gloria definitivamente está en mi top tres, también Llegó… ¿Qué llegó? Es como la paz, la alegría… Hay una frase, “Como niño que abraza”… Uff, es demasiado.

 

Y así llegamos al fin del viaje, a puerto seguro. El viento da suavemente en la terraza de Cafetano, como si de repente, y de manera mágica, estuviéramos sentados en el patio de la casa de Guillermo Anderson.   

FIN

————————————————————————————–

 

FRASES DE ROCÍO ANDERSON

“Mi papá era bien desordenado, así que en ese sentido no nos podía decir mucho si nosotros teníamos relajo en la casa”.

“En la mesa, mi papá siempre nos preguntaba ´¿Qué cosa extraordinaria les pasó hoy en el día´?”.

“Cuando le pedía ayuda a mi papá con las tareas, me decía ´Ya después de fracciones no me preguntés´”.

“Si algún artista se acercaba a pedirle consejo, lo primero que mi papá le preguntaba era ´¿Ajá, y qué libro estás leyendo´?”.