¡Jennifer está cañón !

¡Bum! La explosión… ¡Y una mujer sale volando hacia el espacio!

Segundos antes, la voz del anunciador ha retumbado para anunciar el inicio del espectáculo.

“Les presentamos a Jennifer la mujer bala Schneider. ¡Está completamente loca”, dice.

El público en el estadio contiene la respiración…

“Es un show breve, pero es una experiencia de alta intensidad para los presentes”, dice Jennifer.

“Crecí alrededor de un cañón. Mi padre se dedicaba a esto hasta que se retiró hace cuatro años”, cuenta Jennifer, quien es la única mujer bala estadounidense.

Y continúa contando: “Viajé por todo el mundo viendo a mi padre volar por los aires, hasta que cuando tenía casi 15 años empecé a practicar, y mi carrera comenzó poco tiempo después”.

Jennifer confiesa que en sus planes no estaba ser una mujer bala.

No estaría aquí de no ser por mi papá. Nunca crecí pensando ‘Cuando sea grande voy a construir un cañón y convertirme en una bala humana’. Solo pasó y gustó. Tengo 26 años dedicados a esto –relata.

SUS BUENOS BOMBAZOS

“El proceso de aprendizaje fue un poco duro. Si aterrizás mal te fracturás el tobillo tienes y tenés que esperar de seis a ocho semanas para regresar. Viví eso, así que aprendí”, recuerda Schneider.

Como es de esperarse, en este oficio ocurren sus “pequeños” accidentes.

“He tenido varios aterrizajes horrendos. En Australia, aterricé un poco fuera de posición en la red, y me fracturé la muñeca en tres partes. Eso fue hace tres meses. Así que tengo un adorable trabajo de metal aquí”, dice, mientras enseña las marcas en su antebrazo.

Hay apenas unas 10 balas humanas en el mundo. Su espectacularidad los convierte en invitados especiales de grandes eventos, como en el cierre de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

“La gente se siente impresionada de ver a una mujer hacer esto… Pero es una batalla mental durante todo el día. Es una situación muy compleja de sostener y extenuante. Dos de mis hermanas empezaron, pero llegó un punto en que decidieron que esto no era para ellas y desistieron”, recuerda.

EL CAÑÓN

En su acto, Jennifer sale disparada a unos 17 metros de altura y recorre una distancia de 38 metros hasta caer en la red de seguridad.

“El diseño del cañón y cómo funciona es un secreto de familia muy bien guardado, así que no puedo dar muchos detalles al respecto. Mi papá no me lo perdonaría”, sonríe.

La temperatura –revela-, juega un papel importante en cada lanzamiento, debido a que los cálculos del punto de aterrizaje varían dependiendo de qué tan frio o caliente está el día.

“El show dura poco, pero los preparativos nos toman todo el día. El cañón requiere de muchos cuidados”.

¿Y qué pasa al momento de salir disparada?

“Aunque puedo sentir el poder del disparo, no siento dolor alguno”, asegura.

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Rosa María Richter, allá por 1877, se convirtió en la primera mujer bala del mundo.

Soy súper cuidadosa del interior del caño y de la red, para que estén en perfectas condiciones –prosigue.

“Cuando el cañón está completamente elevado, subo hasta el tope. Ahí me pongo mi casco y comienzo el descenso hacia el interior del cilindro, bajando seis metros hasta la recámara de disparo”, explica Jennifer.

“Cuando voy desciendo hago una revisión mental de todo y repito mentalmente que todo va a estar bien. Me digo que si me paso 1,5 metros por encima del blanco todavía tengo bastante espacio en la red, y si me quedo corta por el mismo margen también estaré bien”.

“Todo es tan rápido que a veces no me doy cuenta que ya estoy en el aire, y solo puedes ver que tengo una mueca de placer en mi cara”, dice.

A pesar de los peligros, Jennifer dice que no puede pedirle más a la vida.

“Tengo una vida maravillosa, viajo por el mundo y hago algo que amo. Mi estilo de vida es fantástico, y puedo traer a los niños. Y de paso hago que la gente sea feliz… al menos por un momento”, señala.