¡Andaba hasta los queques!

Al parecer, el dictador del ridículo corte de bigote anduvo “fly” la mayor parte del tiempo.

Se ha sabido que su médico personal, Theodor Morrel le daba sus buenos combos de medicamentos para mantenerlo con las pilas bien cargadas.

Sin embargo, el escritor e investigador alemán Norman Ohler acaba de dar un paso más al determinar que el genocida estuvo drogado durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial.

Según Ohler, Hitler se clavaba hasta un total de 74 sustancias estupefacientes distintas por prescripción médica.

Esto es lo que afirma en su nuevo libro: Der Totale Rausch.

Ohler también comprobó que el Tercer Reich utilizó en masa el Pervitín (un derivado de la mentafetamina de cristal) para drogar a sus soldados y lograr así que se mantuvieran despiertos durante muchas más horas de lo humanamente posible en pleno combate.

En su libro, Ohler confirma algunas partes de una teoría que ya fue explicada en 2014 por el coleccionista Bill Panagopoulos.

Éste señaló que había encontrado unos documentos de la Segunda Guerra Mundial donde se señalaba que el médico personal de Hitler le había recetado al dictador hasta 74 sustancias estupefacientes durante el conflicto.

Entre ellas se destacaba la metanfetamina de cristal, una droga que se suele introducir en el cuerpo por la nariz y puede provocar desde pérdida de memoria hasta comportamiento psicótico.

Ésta podría, en palabras del investigador, haber provocado severos cambios de humor en el Führer.

Ohler además, explica que, sobre la base de una serie de informes hallados en Estados Unidos y Alemania, ha podido corroborar que las píldoras de Pervitín se distribuían en las farmacias de toda Europa y eran tan sencillas de adquirir que los militares consideraban que eran similares al café.

Todo a pesar de las dificultades físicas que podía traer consigo, como alucinaciones visuales o auditivas.

Según parece, el Pervitín se generalizó después que un estudio realizado por los médicos militares nazis determinara que era una sustancia idónea para ganar la guerra.

Sin embargo, con lo que no contaban era con que los soldados se iban a volver adictos a ella, como sucedió.

De hecho, Ohler se hizo eco de una carta que un integrante de la Wehrmacht envía a su familia para solicitar que le manden esta droga.

“Les escribo para pedirles Pervitin, aquí es difícil de encontrar”. Pocos meses después, en otra misiva, el mismo militar volvía a solicitar más drogas.

El fármaco se habría utilizado principalmente durante las invasiones de Polonia y Francia, pues permitía a los soldados andar más de 60 kilómetros al día.

Con todo, Ohler sostiene que su uso nunca fue un secreto. De hecho, los británicos llegaron a decir que el Pervitín era una “píldora milagrosa”.