El jo, jo, jo de Santa no es para Allan Mcdonald una carcajada que anuncia alegría, sino más bien el grito de un estafador que, montado en el trineo de una feroz campaña publicitaria, nos roba la magia, los sueños y la esperanza.
Las caricaturas son como la realidad: duras, crudas, desgarradoras, aunque siempre llevan el toque irónico de Allan. No es una creación para arrancar sonrisas, sino para hacernos recuperar algunas cosas que se han perdido: la reflexión y la solidaridad.