Honduras: el país que mata a sus mujeres

Si yo fuera mujer -fea, bella, alta, baja, pobre, rica, joven, vieja, o de mil maneras más-, mis probabilidades de morir asesinada serían más altas que siendo hombre.

Todos vivimos indefensos en este país, pero las mujeres lo están aún más.

Honduras es el país que mata a sus mujeres, y nosotros poco o nada podemos hacer para frenar la violencia brutal y bestial contra ellas.

Muchas son inocentes. Y muchas, hay que aceptarlo y decirlo, se dedicaron a actividades ilícitas y pagaron con su vida.

Así como están las cosas, hay que tener precisión de cirujano para escoger a las amistades o a los novio y esposos, porque en la mayoría de los casos es por culpa de estos (son delincuentes), que mueren mujeres inocentes.

Las estadísticas no lo dicen, pero los rumores sí: los ajustes de cuentas por drogas, secuestros, robos de carros y otros delitos, están acabando con nuestras mujeres.

Las asesinan porque son parejas de criminales.

De pandilleros.

De narcotraficantes.

De asesinos.

También son blanco de los delincuentes porque trabajan en algún negocio que no paga extorsión.

Cualquiera que sea el caso (el de las inocentes y el de las culpables), estremece la frecuencia -a veces a diario, como ayer-, con el que aparecen los cuerpos de mujeres asesinadas a balazos a la orillas de los bulevares o en las calles de algún barrio marginal.

Solo el año pasado, según Casa Alianza, 900 mujeres fueron ejecutadas. De esa cantidad, 72 eran menos de edad.

Los casos más recientes son los de Sindy Pamela Varela (19 años), y las hermanas Reyna (17 años) y Alisson (16 años) Rivera Acosta, quienes aparecieron ayer, en horas de la madrugada, a la orilla del bulevar Fuerzas Armadas.

Sindy y Reyna murieron. Alisson sobrevivió. Ella será clave para esclarecer estos asesinatos.

Las estadísticas nos dicen que Tegucigalpa y San Pedro Sula son los lugares en los que asesinan a más mujeres.

“Entre febrero de 1998 a diciembre de 2015 se han registrado en el país 10 mil 937 casos de ejecuciones arbitrarias y muertes violentas de niños, niñas y jóvenes menores de 23 años”, dice Casa Alianza.

Uno encuentra noticias como:

  1. Estrangulada y en un saco aparece una estudiante del Central.
  2. Violan y ultiman a niña de ocho años.
  3. De tres niñas son los cuerpos encontrados en bolsa en Los Llano.
  4. Niña muere tras ser violada por dos hombres.
  5. Niña es asesinada por su padrastro.
  6. Niña de 14 años es apuñalada por ex novio.

Mientras la madre de Reyna Rivera Acosta lloraba frente al ataúd en el que estaba el cuerpo de su hija, la capital era estremecida por otros asesinatos en la colonia San Miguel.

“Dios, mi niña, mi muchachita, me la quitaron, me la mataron. Dios, dame fuerza para contener este dolor”, lloraba la madre de Reyna.

“¡Quiero ver a mi muchachita!”, gritaba.

La pregunta común que se hacen todos en las redes sociales es “¿Por que permitieron que las tres muchachas salieran de sus casas en horas de la noche?”.

Aquí, la firmeza de los padres es clave para evitar tragedias. Sin embargo, hay veces que los hijos no entienden de razones y por su desobediencia terminan mal.

Las otras dos asesinadas en la colonoa San Miguel son: Katerine Fabiola Medrano (19 años) y Estefanía Zúñiga, de quien no proporcionaron la edad.

Ninguna de ellas -aseguran los vecinos-, vivía en la colonia San Miguel.

La violencia del país se cobró la vida de cuatro mujeres en Tegucigalpa en menos de 24 horas.

Y esto seguirá.

“Si eran menores de edad, los padres deben tener por lo menos el cuidado de ir a dejarlas a su destino y traerlas a una hora determinada. No deben dejarlas a sus anchas, ya que como vemos, pasan estas tragedias”, dice alguien que se identifica como ROBAGALLINAS en las redes sociales.

Otra persona –STAR, escrib-: “Padres, mucho ojo con sus muchachitas, muchas veces nosotros somos los últimos en darnos cuenta en qué andan estas güiras”.

“Una niña a esas edad tiene que estar en su casa bajo la supervisión de sus padres… Yo no entiendo si la situacion está peligrosísima cómo es que pueden salir a la calle como si nada”, agrega.

ROBAGALLINAS y STAR tienen razón.

Cualquiera de nosotros puede ser víctima de la violencia. Sin embargo, también es cierto que ciertas decisiones (malas, por cierto), nos ponen en mayor peligro.

Otras veces se trata de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

¡Que Dios proteja a nuestras mujeres, pues parece que nadie más puede hacerlo!