¿Cuál es la mala palabra que más usamos los catrachos?

Soy malhablado desde niño. Me críe en un ambiente en el que decir palabrotas era lo más común. A toda hora se escuchaba eso que los cultos llaman “expresiones soeces”.

Según un estudio de comportamiento humano, “La gente que usa muchas palabras tiene a ser más honesta y digna de confianza”.

Decía el gran humorista y escritor argentino Roberto Fontanarrosa sobre las malas palabras: “La pregunta es por qué son malas las malas palabras, ¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?”.

Los hondureños, en un altísimo porcentaje, somos malhablado -o mal hablados-. Para todo tenemos una palabrita de grueso calibre.

Pero… ¿Cuál es la mala palabra que más utilizamos los hondureños?

Aunque nadie me lo está preguntando, yo digo que es JUEPUTA.

Mi amigo Herman Ruiz Kattán -que asegura que solo dice malas palabras cuando ve partidos de fútbol-, sostiene que la mala que más utilizamos es HIJO DE SESENTA MIL MILLONES DE PUTAS.

¿Qué es mala palabra utilizarías vos para los siguientes casos?

  1. Cuando aparece Mario Zelaya en la pantalla de televisión.
  2. Cuando un jugador de la Selección Nacional falla un gol frente a la portería?
  3. Cuando se nos mete un taxista abusivo.
  4. Cuando nos llega el recibo de la luz.
  5. Cuando le ponemos combustible al carro.
  6. Cuando quedamos embotellados en los congestionamientos del anillo periférico.

 

Hay otras expresiones catrachas que son un poco más inofensivas. Por ejemplo: Encachimbado; pijudo; vergón; me pela el eje.

Y me quedo corto. La lista es extensa y no le pongo más condimento porque no quiero que los puritanos se enchilen.

Las malas palabras tiene una presencia permanente -a cada segundo, a cada minuto, a cada hora, a cada, día, a cada mes, a cada año, por los siglos de los siglos-, en la vida de los hondureños.

Una vez, en la redacción de diario El Heraldo, el doctor en Filología Románica (Ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos… ¿Ve que soy morro? Paja, hombe, tuve que buscar en el diccionario), el español Atanasio Herranz, hizo una encuesta para conocer de primera boca las distintas formas en que los hondureños le decimos al pene.

¡Ya se imaginan! El maestro Herranz apuntó en una libreta y recuerdo su cara de asombro cuando alguien le dijo TRANCA.

Hay malas palabras que no importa en qué lugar del mundo uno las escuche, de inmediato dice: “¡Ese ha de ser hondureño!”.

En este tema hay mucha hipocresía. Muchísimas personas dicen palabrotas en el trabajo, con sus amigos, cuando juegan fútbol, cuando hacen el amor o cuando las cosas no les salen bien, pero han de estar leyendo este artículo con la cara arrugada diciendo “¡Qué bárbaros estos de Radio House!”.

Pero si leyeron hasta aquí es por algo…

Obviamente, NO todos los hondureños dicen malas palabras. Yo, en lo particular, respeto y admiro a quienes tienen un vocabulario sin contaminación.

…¡Pero no saben de lo que se están perdiendo!