El primer encargo que le hice al ARTISTA (así, con mayúsculas), César Román Murillo, fue un cuadro en acuarela del poeta Juan Ramón Molina, y cuando me lo entregó, dos semanas después, descubrí que también se puede hacer poesía con los pinceles.
Román Watercolors, como se hace llamar en sus exposiciones, crea un mundo de colores alegres, intensos, tropicales, sabrosos, para recordarnos que en Honduras no todo es gris y triste.
Su obra es amplia, pero son sus cuadros de baronesas, mercados, iglesias y rostros, los que lo inmortalizarán.
Los personajes de acuarela de César Román están llenos de luces y caminan despreocupadamente por el lienzo, y si no fuera por el vidrio que tapa el cuadro, seguramente brincarían, y lo que antes era un espacio con todos los colores del mundo quedaría convertido en una mancha blanca en la pared.
Pues bien, este pintor de 37 años, hincha del FC Barcelona y con domicilio en San Pedro Sula, acaba de inaugurar su séptima exposición en Estados Unidos.
Son quince obras, dividas en cuatro temas -baronesas, indios nativos, madonas y costumbres de Estados Unidos-, las que pueden ser admiradas por el púbico en la galería Sage de Hasting, Nebraska.
¿Nadie es profeta en su tierra? -le pregunto.
“En mi caso, si no fuera por lo que hice en Honduras, nunca hubiera salido al exterior”, dice César Román.
Nuestra Honduras -agrega-, está llena de sueños, un poco oxidada, un poco dañada, un poco melancólica, pero siempre habremos quienes luchamos para que esta nación avance.
La exposición inició el 24 de febrero y terminará el 24 de marzo.
En mayo, César Román expondrá en Managua, invitado por la embajada de Honduras en Nicaragua. Aún no sabe la fecha exacta y el lugar. Exponer en Europa también es una posibilidad.
“Ya llevo año y medio en Estados Unidos… Es hora de regresar a mi país. Dentro de poco me tienen por allá. No me busquen en lugares finos, pues andaré en la pulpería, en el mercado, caminando a pie, sacando papeles y, sobre todo, jugando con mis hijos”.
Extraño mucho a mi gente, quisiera volver a exponer en Tegucigalpa y San Pedro Sula -agrega.
Se pone nostálgico.
César Román necesita de esa pizca de melancolía para inspirarse. Solo así puede arrancarle recuerdos al pasado, untarlos de pintura y parir colores.
Honduras, Honduras, Honduras… El sonido de esa palabra hace que el corazón se le acelere. Es contradictorio: aunque el país no ha apedreado al profeta de los pinceles, sí ha hecho algo peor: ponerle trabas -conscientes e inconscientes-, a su trabajo.
En Honduras -señala-, uno entra en un estado de mendigo para exponer, los costos son altos, los espacios para exponer son pocos y la demanda de artistas es grande, no es imposible, pero es difícil.

-¿Se puede vivir del arte en Honduras? -le pregunto.
-En Honduras, respetuosamente lo digo, no se puede vivir ni del arte ni de ningún otro negocio… Se puede “sobrevivir’”, je, je, je, que es diferente.
-¿Le ha ido mal?
-Después del golpe de Estado se vino abajo la economía, los artistas no vendimos en mucho tiempo, toqué fondo, sufrí el fracaso de perderlo todo, carro, casa, trabajo, crédito… Ahora lo cuento pues vengo levantándome.
-¿Se le cerraron muchas puertas??
-Sí muchas… pero esto no me destruyó, agarré más fuerza mas fuerza, y ya llevo varios años luchando en Honduras y en el extranjero buscándome la vida diaria para pagar mis pendientes y el alimento de mi familia. Ahora vivo un momento en mi carrera en el que no busco quién me compre mi trabajo, sino que me buscan para comprarme y eso hace para los frijolitos diarios.
El regreso de César Román Murillo a Honduras está cerca. Las almas grises están pendientes de su llegada, listas para ser evangelizadas por este profeta de quien sospecho es el inventor del arcoíris.
