El taller queda en la colonia Primero de Mayo de Puerto Cortés. Es el típico clima caliente de los lugares que quedan junto al mar.
A las doce, cuando el sol se arremanga la camisa y agarra al pueblo del cuello y comienza a asfixiarlo, José Juan Guzmán suda a chorros.
Sudor en todo el cuerpo. En la frente. Las piernas. La espalda. Pero eso no lo detiene.
No hay en todo Puerto Cortés un carpintero más famoso que él. Las razones son varias: porque es bueno en lo que hace; porque siempre entrega los encargos a tiempo; porque es un ejemplo de superación…
Y porque no tiene brazos…
Aunque eso no le impide elaborar baúles, mesas, sillas, puertas. Obras de arte de madera.
Las cosas no siempre fueron así. José Juan nació con sus dos brazos, pero los perdió hace quince años, cuando se dirigía hacia el norte. Todavía no sabe con exactitud qué fue lo que pasó.
Me fui a Estados Unidos como muchos hondureños -recuerda-, con el sueño de hacer mis fichitas para ayudarle a mi madre. En el camino viví una pesadilla… Le pusieron algo a mi comida, creo que droga, y cuando me desperté ya no tenía mis brazos.
Fue una pesadilla.
Una pesadilla de la que ya despertó, aunque las secuelas lo perseguirán por el resto de su vida.
¿Cómo enfrenta la vida una persona a la que lo dejan de un día para otro sin brazos? ¡Con corazón!
Hoy, casado y con 38 años, recuerda que quiso darse por vencido y cuando estaba a punto de hacerlo, un doctor del que únicamente sabe su el nombre -Carlos-, lo animó a ponerse de pie y seguir adelante.
Al comienzo, Juan José no entendía aquellas palabras de “Sos un afortunado… Otras personas son asesinadas. Vos quedaste con vida”.
Apenas regresé a Honduras me propuse aprender carpintería. No estaba dispuesto a darse por vencido -dice.
“Me incorporé a la Asociación de Personas con Discapacidad de Puerto Cortés y así inicié mi sueño de hacer puertas, mesas, sillas y hasta lapiceros”, dice.
Y agrega: “Me encanta trabajar y luchar”.
Trabajar.
Luchar.
Jamás darse por vencido.
¡Ese es Juan José Guzmán!
“La meta es que que en mi taller podamos elaborar piezas finas de madera que adornen las casas de todos los hondureños que requieran de mi trabajo”, señala.
Otro José que es carpintero.
Otro hombre tocado por la gracia divina.
Sí, le faltan los brazos.
Sí, le sobra CORAZÓN.
(Nota hecha con la colaboración de Daniel Gómez).