“A Marcelino le aguanté ´bolencias´ y mujeres, pero aquí estamos”

Por SAÚL CARRANZA

Un día normal en Tegucigalpa. Siete de la mañana y voy a paso lento subiendo la cuesta del Chile -hoy me ha dado por pegar una pequeña sudadita-, el sol aprieta fuerte, sofoca y los carros no paran de subir y bajar. No se detienen. Es una locura.

En una esquina hay dos ancianos que tienen la costumbre de estar todas las mañanas allí… Me acerco y con la garganta seca les saludo y les regalo una sonrisa.

– Qué lástima que no tengo una bolsita de agua para dársela -me dice la ancianita, con manos arrugadas y voz entrecortada.

– No se preocupe, prefiero su saludo cálido, sincero y lleno de amor, porque eso es lo que menos hay en este mundo -le contesté.

Se llama María Palma, tiene 78 años de edad, es originaria de Orocuina, Choluteca. Desde los 15 años se casó con don Marcelino Moncada Varela. Ambos tienen 40 años de estar juntos. Ambos son un claro ejemplo de vida.

¡NUNCA TE OLVIDÉS DE TU NANA Y DE TU TATA!

-¿Y ustedes por qué pasan solos en medio de este sol? ¿Dónde están sus hijos? -les pregunté.

Doña María se pone seria y me dice: “Tenemos una hija, pero es como que no tuviéramos, ella no se acuerda que tiene nana y tata. Cuando ella iba a cumplir 22 años se fue con el marido”.

-Pero… ¿Conoce a sus nietos?

-Ni uno y ya tiene once hijos.

Le cambio la plática, porque sé que doña María se va a poner mal. Además, el día luce espléndido con un cielo azul y no es momento para estar tristes y melancólicos.

-Cuénteme, ¿Cómo conoció a don Marcelino?

-Desde jóvenes, tenemos 40 años de estar juntos. Hoy en día las parejas no duran nada. Tal vez un año o tres meses duran con el marido… Es que a las mujeres de ahora no les gusta aguantarle nada al marido… dice doña María. Don Marcelino apenas mueve los labios, luce serio.

Luego, doña María levanta la mano y dice: “Es que mire, papa, a las mujeres de ahora solo les interesa el pisto del hombre, ya el amor murió. Si no hay pisto, no hay nada”.

“Yo a Marcelino le aguanté bolencias, mujeres, pero aquí estamos, lo paso  pastoreando, cuidando, porque él quedó ciego, tiene catarata desde hace cinco años”.

“Él trabajó en el mercado. Antes descargaba cebollas, tomates, papas y de ahí se iba a bañar, pero de una manera inesperada perdió la vista”, recordó.

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¿Y VOS DE QUÉ TE QUEJÁS?

Doña María me dice que no tienen casa, que duermen donde les agarre la noche, que un día bueno es cuando la gente les regala 60 lempiras. A la pareja de enamorados les acompaña un costal, que es ahí donde guardan su ropa y pertenencias.

“Pero hay días que no ganamos nada y nos quedamos sin comer”, me dice con la vista perdida.

“Aquí solo venimos a conseguir la comidita, porque no tenemos nada, ni casa. Pasamos pidiendo posada donde una muchacha en la Villafranca. He visto que el presidente Juan Orlando Hernández regala casitas, sería bueno que nos diera una”, dijo esperanzada.

“Una vez vino un Carlos Posadas – periodista de HCH- pero nada que nos ayudó, solo nos tomaron fotos o video, no lo volvimos a ver”, recordó.

Don Marcelino luce cansado, habla poco, quizás lo necesario. Porta un sombrero, barba de profeta, pantalón café y camisa manga larga.

-¿Don Marcelino cuántos años tiene usted?

-87 años.

“Para mi es difícil vivir así, tenía úlcera y se me reventó por dentro. Aquí ando mis pastillas – tres Ranitidina- para calmar el dolor en el estómago”, dice.

“Dios tarda, pero no olvida. Muchas personas nos vienen a regalar comidita y así pasamos. Estamos felices, porque estamos juntos, como debe ser”, dice en tono cansino don Marcelino.

Les digo a los tórtolitos que me tengo que marchar, les doy un abrazo fuerte como si fuera de gol. En mi bolsillo me acompañan cien lempiras. Sin pensarlo dos veces se los doy.

“Gracias, Dios se lo va pagar doble” -me dice doña María con una tremenda felicidad.

“Prefiero que se los pague doble a ustedes”, le respondo,

Fue un día diferente y sin darme cuenta me empezaron a salir lágrimas…