La mano derecha del abuelo; la mano izquierda del pequeño. Diferentes, pero conectadas por eso que el Principito llamaba lazos de amor.
Arrugadas las de don Danilo Caballero por el paso de 91 años. Lisas las de Francisco Javier. Las del anciano apenas tienen fuerzas para agarrar el bastón. Las del niño se mueven con habilidad mientras escribe y borra las lecciones de la escuela.
Ayer, don Danilo quiso asistir a un evento presidencial que se realizó en El Progreso. De gorra y encorvado, la fuerza de Francisco Javier fue suficiente para sostenerlo en pie.
Don Danilo fue fotógrafo durante más de cincuenta años. Francisco Javier aún no sabe qué quiere estudiar. En la escuela aprende las tablas, los nombres de los insectos, las reglas de ortografía.
De estudiante pasa a maestro y nos da un lección de solidaridad.