La Ceiba es mar, sol caribeño de mil colores, el carnaval, cayucos, los tambores garífunas, el pescdo frito, el Cangrejal… Y Vida o Victoria.
Pocas personas han amado tanto a La Ceiba como lo hizo Guillermo Anderson, quien, a pesar de que su talento lo hubiera hecho triunfar en cualquier país del mundo, prefirió quedarse en su tierra.
Como buen “jeibeño”, a Guillermo le gustaba el fútbol. De hecho, uno de sus mejores canciones -PEPE GOLES-, cuenta la historia de un jugador cuyas tardes de gloria llegan a su fin por culpa de una terrible lesión.
En una de las tantas veces que lo entrevisté, hablamos un poco de fútbol. Esto fue lo que me dijo.
Me imagino que como todo ceibeño usted es Vida o Victoria.
Mirá, yo me crié en un barrio que es Vida, Potreritos, pero mi esposa es hija de Salvador Godoy, uno de los fundadores del Victoria, así que toda su familia es Victoria.
Entonces no puedo… Como que no puedo hablar mucho del tema, ja, ja, ja.
Ese dilema merece una canción.
Ja, ja, ja, vaya problema en el que me metí.
Hay un personaje suyo, Pepe Goles… ¿Hay algún jugador que le sirvió de inspiración?
En esa canción juego con el hecho de cómo una rotura puede terminar con el estrellado de alguien; o como no meter un gol en toda la temporada le puede provocar frustración a alguien.
Es igual en mi caso: si alguien me quebrara una mano o que me enfermara de la garganta y ya no pudiera cantar… así son los deportistas que juegan y hacen felices a las masas. Me conmueve el hecho que en este país no haya protección, un seguro para los futbolistas, que de repente ocurra una lesión y ya nadie se acuerda de él.
Hay un personaje del fútbol hondureño, me refiero al ex portero del Marathón, Fátima Valerio, al que no sé por qué le encuentro cierto parecido a Pepe Goles, con la diferencia que Fátima era portero y Pepe Goles era delantero.
Bueno… Uno de los encuentros que tuve fue precisamente con Fátima Valerio, ja, ja, ja. Él terminó de convencerme de hacer la historia.
No sé, suficientes problemas tiene el pobre Fátima, a quien acusan de tener embrujado al Marathón, pero te voy a contar que yo estaba en la feria de Corozal, que es el pueblo donde él vive, y se me acercó un tipo a pedirme que lo invitara a una cerveza.
Yo lo vi al rostro, estaba demacrado, y empecé a reconstruir ese rostro y caí en cuenta que era Fátima Valerio. Yo le di para que se comprara la cerveza y claro, me montó todo un show, casi una obra de teatro en la que me contó lo que significaba defender la portería de Honduras en un estadio lleno de El Salvador, ja, ja, ja. Como quien dice “de mí dependía en ese momento el país”.
Esa conversación me terminó de convencer para escribir Pepe Goles.