Señores del mercado… Un vals para Filomena

El Día de la Madre en Honduras se celebra el segundo domingo de mayo de cada año, y no nos hagamos los locos, regularmente esperamos ese día para llorar la ausencia de las que no están, celebrar con las que están y decir la típica mentira de: “El Día de la Madre se celebra todos los días”, cuando todos sabemos que no es así.

Hoy les presentamos a Doña Filomena, un linda abuela que carga con 84 años de edad en su espalda.

Ella es una madre de blanca cabellera y piel arrugada; sus manos se aferran a la lucha de setenta años en estos pasillos del mercado “San Isidro”, aquí mismo donde vio crecer a sus cuatro hijos y en los mismos donde lloró la muerte de dos de ellos.

Tuve la oportunidad de sentarme a su lado y acariciar su suave piel adornada por múltiples lunares. Cada pequeño rozar entre ella y yo me recuerdan a mi abuela, y de uno u otro modo logré conectarme con Filomena, esa señora que cada domingo espera la llegada de su hijo acompañado de tres nietos. Ella, nos brindó un par de minutos al micrófono de RadioHouse.hn y nos comentó parte de su vida.

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Señores del San Isidro… “Un vals para Filomena”

No hay música, no hay rosas, no hay canasta, hoy solo hay recuerdos de esta madre hija de Dios que regala los años de su vida a seguir trabajando y a recordar sus hijos en una pequeña silla forrada de cuero.

¿Desde cuándo vende en este mercado?
Hay hijo mio, toda una vida en este mercado; tengo 84 años y vendo aquí desde los 14, saca la cuenta, es toda una vida y aquí creo que voy a morir.

¿Cuantos hijos logró sacar adelante?
Tuve cuatro, de ellos me mataron dos, los metí a cursos, a talleres, a estudiar, en fin, nunca los deje solos. A mis cuatro hijos los mantuve de esto, vendiendo hiervas, aniz, achiote, especias, eso si, nada de brujería, yo le sirvo a Dios y por eso llevo las cosas bien.

Su rostro refleja la vida que le ha tocado llevar, un delantal divide el vestido que cubre su envejecido cuerpo, unas medias café y unas sandalias de cuero protegen sus pasos, mientras sus manos se ven marcadas por más de medio siglo ofreciendo productos a quién sabe cuantas generaciones.

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¿Que vende aquí?
Aquí me gano la vida, vendiendo manzanilla, romero, uña de gato, karey, comalitos, botes de plástico y cabuya. Lo que vendo aquí me sirve para ajustar los frijolitos y los huevitos, aquí me he ganado la vida honradamente.

El próximo Día de las Madres Filomena pasará las horas en los pasillos de este mercado, mientras su casa de habitación ubicada en colonia “La Rosa” la esperará quizá con una sorpresa de sus dos hijos que aún están con ella aquí en la tierra, o posiblemente solo la esperan las cuatro paredes.

Hoy me rindo ante su cabello pintado por las experiencias y luchas que se le pusieron de frente a esta guerrera, automáticamente se me refleja en ella la lucha de mi bella abuela “Doña Cata”, que así como esta señora entregó su vida a sus hijos y trabajo para que todos tuvieran una vida sin apuros.

No esperemos a que nuestras madres caigan postradas o simplemente desaparezcan de esta tierra para demostrarles todo lo que son para nosotros. Me retiro de este sitio perdido en su mirada elevada hacia el cielo, explicándome lo doloroso que fue perder a sus hijos, pero a la vez alegre por que Dios le permite platicar de su historia en este lugar que la vio crecer y posiblemente la despedirá con honores el día que le toque marcharse.

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