Hace unos días circuló la noticia que le habían dado el Premio Nobel de Literatura al brasileño Paulo Coelho, y cuando leí la noticia casi me voy de espaldas, como Condorito… ¡Plop!
Pero era solo un rumor, rumor falso, por cierto, pues la Academia acababa de anunciar que la elección del ganador le iba a tomar unos días más.
Como escritor, Coelho es mediocre. Mientras a García Márquez se tardaba varios meses -y a veces hasta un año-, para publicar una novela, el brasileño confiesa que a le toma dos semanas: una para redactarla y otra para corregirla.
De allí que el resultado de sus obras sea pobre en la estructura, en su trama, en su ritmos, en todo.
Con excepción de EL ALQUIMISTA, que es medianamente bueno, el resto de la obra de Coelho es mala, literariamente hablando.
Porque una cosa es que sus libros tengan mensajes inspiradores y de motivación, pero otra, muy distinta, es que tengan calidad.
No porque la gente compre sus libros como si fuesen confites, significa que sean buenos.
Lo mismo sucede con Ismael Cala, quien está mil escalones abajo de Coelho, lo que ya habla de su pobre capacidad como escritor.
Pero Cala, al igual que Coelho, emboba a las masas gracias al poder mediático, y es considerado toda una celebridad literaria.
De algo estoy seguro: a mí nunca me darán el Balón de Oro. Coelho y Cala nunca tendrán el Nobel en sus manos.
¡A Dios gracia!