Como medio de comunicación, se nos recomienda no tomar partido. Este caso no debería ser la excepción, tomando en cuenta que el juez aún no ha dictado sentencia.
Pero las pruebas que demuestran la inocencia de Kevin Solórzano son contundentes. La Fiscalía ha metido las de andar, empecinada porque a huevos quiere demostrar (cosa que no ha podido) que el joven estudiante asesinó al ex fiscal Edwin Eguigure.
Los testigos han desbaratado la versión de los fiscales, al punto de poner al descubierto que la acusación se basó nada menos que en un CHISME BARATO de un informante.
A eso hay que agregarle el testimonio de una integrante de la Mara Salvatrucha que aseguró durante el juicio que fueron miembros de esa pandilla las que asesinaron por encargo a Eguigure.
Tan segura estaba de sus palabras, que aunque era testigo protegido, la marera pidió que no le cubrieran la cara, mientras daba los nombres y alias de los que participaron en ese acto delictivo.
Según esa misma testigo, a Edwin Eguigure lo liquidaron por orden de su esposa, la fiscal María Auxiliadora Sierra.
Nosotros no podemos sentenciar a la fiscal Sierra. De eso deben encargarse los órganos de investigación. Pero en el caso de Kevin, no nos tiembla el pulso para escribir que creemos firmemente en su inocencia.
La “justicia” la ha hecho una mala pasada a Kevin. Por culpa de un sistema corrupto ha pasado dos años de su vida en la cárcel.
El juicio se reanuda -eso esperamos-, el 12 de enero. También esperamos que el calvario de Kevin llegue a su fin. Porque solo así podremos recobrar un poco la fe en la justicia hondureña.