Como muchísimos jóvenes, a Kevin Solórzano le gustaba usar gorras de rapero, los tenis sin amarrar, se hizo tatuajes y subías fotografías pretenciosas a sus redes sociales.
En algunas de esas imágenes aparece con una gran cantidad de billetes de 500 y hasta latas de cerveza y una pistola.
¿Eso lo convierte en un sicario?
¿Eso le da alma de asesino?
Pretender utilizar esas imágenes como “prueba del pasado oscuro” de Kevin es absurdo e infantil. Se ve a leguas la mala intención.
Si las fotografías que subimos a las redes sociales son indicativos de lo que es el bien o el mal, entonces todos tenemos almas de sicarios.
Es cierto que son imágenes no tiene ningún sentido, son fotos bobas, algo normal en la juventud, que muchas veces no mide las posibles consecuencias de sus actos.
Son imitaciones absurdas de ese montón de payasos que ahora llaman artistas, cuyos vídeos son deformaciones de la realidad.
Pero absurdo también es decir que Kevin tiene alma de matón a sueldo por las fotos que subía a sus redes sociales y que medio mundo puede ver.