Doña Tina, que está próxima a cumplir 98 años de edad, vive junto a Carlos, su tercer hijo, en una humilde casa de madera en las faldas del Birichiche en Tegucigalpa, a pocos metros del río Choluteca.
Apenas tienen para comer, pero él se trata de ganar la vida con sus trabajos de carpintería para comprar aunque sea los frijoles del día.
Carlos tiene 68 años y es el único de los cuatro hijos que doña Tina tuvo que actualmente vive y se encarga de ella las 24 horas del día.
Los demás, según me comentaron, brillan por su ausencia. Doña Tina puede caminar, pero únicamente con ayuda y solo si son distancias cortas.
Su “casa” es de pedazos de madera, y tiene el tamaño de una sala de una casa económica en cualquier colonia, pues extremadamente pequeña.
Recientemente le regalaron laminas para poner el techo y con el pasar de los años logró ajustar dinero.
A lado de la improvisada casa, una especie de desagüe que vierte toda el agua lluvia del cerro Juana Lainez, amenaza constantemente la integridad del hogar, en especial en épocas de lluvias intensas.
Tres camas con colchones viejos suspendidos con ladrillos, una vieja y torcida repisa donde coloca los pocos alimentos que consiguen, son sus únicos objetos materiales que les acompañan.
“Tengo que caminar más de una cuadra para obtener agua. Hago más de 7 viajes para poder llenar dos barriles. Nos alumbramos con candelas”, cuenta Carlos.
Foto: Las improvisadas paredes de pedazos de madera pueden ceder al peso de la tierra.
Unos jóvenes voluntarios se dio cuenta de las condiciones en la que doña Tina vive, y decidieron recolectar víveres para llevarlos de regalo el día de las Madres.
Algo que ella recibió con mucha alegría, su avanzada edad le impide hablar mucho o con claridad, pero no pudo ocultar la alegría de su rostro al ver el noble gesto que estos chicos le obsequiaron.
Pero necesita más cosas, la cama en la que duerme no es la adecuada, su cuarto es una caldera en horas de mucho calor y un congelador en tiempos de frío.
Sus únicos zapatos se los compró su hijo hace más de una años y ya “están dando el toque”, solo tiene dos mudadas de ropa que esta vieja y deshilachada.
Pero estamos seguros que más hondureños de buen corazón dirán… ¡Aquí estamos, doña Tina!
Foto: Unos cuantos maderos viejos pero fuertes sostienen el improvisado techo de la casa.
Foto: El peligro de derrumbe es inminente para ellos.
Foto: Su hijo Carlos le ha hecho una humilde cama a su madre con algunos colchones viejos.
Foto: Una caja quebrada de refresco y un par de piedras sostienen una de las camas.
Foto: Una candela es la única luz que los acompaña por las noches
Foto: Este fogón es su fiel compañero, también tienen un ecofogón.
Foto: Estos jóvenes llevaron varios víveres a doña Tina.
Foto: A doña Tina le salieron un par de lagrimas al momento de compartir con las chicas.
Fotorreportaje: Alexis Hernández
Foto: La casa se encuentra en un peligroso barranco.
Foto: Son de noble corazón ya que a pesar de lo necesitados que están, siempre hay algo de comer para sus amadas mascotas.
Foto: Los chicos compartieron con doña Tina y le hicieron compañía en el día de las Madres.
Foto: Con pedazos de colchones viejos duermen “cómodamente” don Carlos y su madre de 98 años.
Foto: Esta vieja y torcida repisa es el único mueble que poseen.
Foto: Los años y las circunstancias ya pesan para doña Tina, pero no quebrantan su espíritu.
Foto: Con esfuerzo ha podido poner un piso de cemento, aun así en ocasiones el agua se filtra.
Foto: Las paredes de su casa cada día ceden más y es un peligro para sus vidas
Foto: En ocasiones la mirada de doña Tina se pierde, tal vez en los recuerdos
Foto: Esta es toda la “casa”, toda su vida
Foto: Manos cansada de tanto trabajar, arrugas que cuentan historias