Por RAMÓN LÓPEZ P.
En Honduras, la carne de cabro es de perro, y el pandillero de la 18 conocido como El Pechocho no es El Pechocho. Ya parecemos Cantinflas.
Lo que ha quedado demostrado es que la justicia -¡Vaya descubrimiento!-, no es confiable pues está en manos, en el mejor de los casos, de ineptos.
Cuando llegaron al restaurante Tao Yauan, propiedad de un chino llamado Simón, los voceros de la Fiscalía, sin tener prueba alguna, hicieron la metida de pata del año al asegurar que habían encontrado lo que al parecer era carne de perro.
“No, no, no, no es pelo, es cablo”, decía el pobre Simón, a quien se le vino abajo el negocio por culpa de unos irresponsables que se consideran con derecho de llevarse de encuentro a todo aquel que les dé la gana.
Al día de hoy, a lo mejor porque quedará en ridículo, la Fiscalía no ha querido dar a conocer los resultados que ya determinaron si era calne de pelo o de cablo.
¿Y qué se puede decir del Pechocho, el peligroso pandillero al que le cayeron nada menos que 500 años de cárcel por su participación en la masacre a una zapatería en 2010?
La cosa es que se suponía que El Pechocho estaba en la cárcel de máxima seguridad en Ilama, Santa Bárbara, conocida como El Pozo I.
Se suponía…
Porque según la Fuerza Nacional Anti-Extorsión, el pandillero de nombre José Virgilio Sánchez Montoya era nada menos que El Pechocho sentenciado a 500 años.
Pero el Instituto Nacional Penitenciario seguía sosteniendo que se trataba de un homónimos (mismo nombre) y que El Pechocho original jamás se escapó de la cárcel.
Al final, al capturado le hicieron pruebas de huellas y hasta las muelas le revisaron para ver si coincidían con las del temible pandillero.
Hasta el día de hoy no se sabe cuál es la verdad de este enredo, y ya no se sabe a quién creerle.
¡Increíble!
Con el caso del Pechocho ha quedado demostrado, una vez más que la justicia en Honduras no es “pechocha”, sino más bien feyuca…