Solo seis alumnos llegan a sección de centralista asesinada

Por los pasillos del Instituto Central Vicente Cáceres recorre un escalofrío de muerte. “¿Quién será la próxima víctima?”, es la pregunta que los estudiantes de este popular colegio se hacen.

Y con más pánico: “¿Seré yo?”.

Muchos han preferido no llegar a clases, mientras “las aguas se calman”, y los enormes 18 pintadas en la pared recuerdan de quién es este territorio.

 

“Mire, hermano, lo más sensato que la departamental debió hacer en estos días era cancelar las clases, por seguridad de los estudiantes y de nosotros los maestros”, dice un maestro que pide -por razones obvias-, que no quiere dar su nombre y que pide que “No me tomen, porque es clavo”.

Los compañeros de Rebeca Abigail, la niña de quince años asesinada, también tienen miedo. En su aula apenas hay seis de treinta alumnos.

“Algunos incluso han pedido traslado a otros colegios”, dice una maestra, que, al igual que el primero, solicita que no le tomen foto a ella ni al aula.

Algunos días después fue asesinado Olman Adalid Castillo, a quien fue a buscar un miembro de una pandilla (se presume que de la 18), para “platicar” con él. Apareció muerto en un matorral.

Por su parte, el director del Central, el maestro Cornelio Alejandro Mccarthy, ha realizado diferentes llamados a las autoridades policiales y judiciales del país para que esclarezcan los asesinatos de los estudiantes.

Además, reveló que en varias oportunidades ha pedido que pongan una posta policial frente al colegio, pero que hasta el momento lo único que le han enviado es un par de efectivos de la Policía Militar.

Director del central_RadioHouse

FOTO: “Exigimos que se esclarezcan estas muertes”, dice el director del Central.

“Exigimos que se esclarezcan esas muertes, no es posible que se queden impunes como muchos casos de miles de jóvenes a nivel nacional  y nadie dice nada sobre ellos”, dice el director.

“En varias ocasiones le hemos pedido colaboración a la Policía, de hecho han mandado una patrulla de la Policía Militar a vigilar los alrededores, pero lo que nos urge es una posta policial, lamentablemente nos han dicho que no hay presupuesto” -agrega.

Mccarthy afirma que dentro de la institución no han existido problemas de violencia entre los jóvenes, nada fuera de las peleas normales como adolescentes. Tambié descarta que las pandillas hayan logrado infiltrarse.

“Tenemos nuestra propia seguridad, la cual mantiene la parte disciplinaria al día. Sin embargo, son jóvenes y tienen sus inquietudes, esto no es un problema de maras”, asegura.

18 en el central

FOTO: No hay duda de quién es el territorio del Central.

Referente a los números 18 marcados en las paredes, los maestros muestran su  preocupación, mientras que otros consideran que son los propios estudiantes los que rayan las paredes por falta de educación o por seguir a otro compañero, pero que no pertenecen a una mara.

En un estudio realizado por el Programa Nacional del Fondo de las Naciones Unidas (UNICEF) en 2010 alertaron a las autoridades de gobierno hondureño y sociedad civil para que tomara las precauciones del caso ya que niños y niñas de 8 a 11 años eran reclutados por grupos antisociales o pandilleros.

Hoy en día esos jóvenes ya comprenden las edades de 15-18 años de edad.

En el estudio se especifica que en una encuesta realizada a 83 maestros y estudiantes de 5 de los colegios públicos más importantes del Distrito Central (Tegucigalpa y Comayagüela), el 91% de ellos respondió en sus centros educativos están siendo afectadas por violencias relacionadas a maras y pandillas y consideran que es principalmente dirigida, pero también pone en peligro a los maestros, padres de familia y las mismas instalaciones de la institución.

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Fotos: Miembros de iglesias se hicieron presente esta semana al Central a realizar un concierto para concientizar al joven del peligro de las maras.

En mayo del año pasado el Instituto Central tuvo que suspender ciertos días de clases debido a amenazas de pandillas con mensajes intimidatorios filtrados a través de las redes sociales.

Hace dos años, en el 2015, el joven identificado Noé Iván Argueta Laínez (20), y falleció de varios balazos en la cabeza y su cuerpo quedó tendido en la puerta de la unidad.

El hecho se produjo frente a la Dirección Departamental de Francisco Morazán, a pocos metros de ese instituto.

La muerte recorre por los pasillos del Central. Hay silencio, aulas vacías, los 18 amenazantes en las paredes. “Esperamos que esto pase pronto”, dicen los alumnos. Pero lo dicen sin fe.