Dejen trabajar a Erlin en paz, “hombe”. Si no les gusta, cambien de canal

El “delito” de Erlin Carranza es que se hizo popular de la noche a la mañana con un vídeo en el que declaraba su amor por una mujer y lanzaba la pregunta “¿Y por qué no habló, pues, amor?”.

Unos criticaron al vigilante; otros lo aplaudieron.

En las redes sociales impera la dictadura de los pendejos. Es decir, aquellos que pueden subir fotos de lo que comen, de sus viajes, o estados de lo que piensan del Barcelona o del Real Madrid, de JOH, de Nasralla, de Pinto, pero pretenden convertirse en jueces de los demás y decidir quién es inteligente, quién es tonto, qué vídeo es bueno y cuál es malo.

Y ahora, que a Erlin, se le abren las puertas gracias  a ese vídeo, brincan diciendo que es un insulto para los periodistas que Azteca de Honduras le hay abierto las puertas.

En primer lugar, lo que Erlin hace no es periodismo. No es más que una joda que le permite ganarse unos lempiritas extras, porque ninguno de los que le critica, que nosotros sepamos, le ha echado una mano cuando el hombre más jodido estuvo.

Erlin tiene todo el derecho de ganarse la vida como le dé la gana: ya sea con el machete o el micrófono en la mano. ¿A quién le hace daño?

Qué lindo sería que aquellos que le critican tuvieran los mismos OO´s para irse de frente contra los poderosos y sacarles los trapitos al sol.

Pero más bien comparten mesas con ellos, y alzan las copas para brindar, y comen juntos, y se carcajean, felices de la vida.

Dicen que lo que hace Erlin es ilegal. ¿Y es que acaso se esconde o extorsiona a alguien con lo que hace? ¿Cuál es el delito?

El Colegio de Periodistas de Honduras debería preocuparse por otras cosas. Por combatir la “machaca”, práctica vergonzosa de pedir dinero; o de exigirles a los dueños de los medios -con nombre y apellido-, que paguen salarios dignos que les permitan a sus empleados ganarse honestamente la vida.

Aquí la cosa es sencilla: si no les gusta lo que Erlin hace, cambien de canal. ¡Y listo!