La demolición del Centro Penal de San Pedro Sula, que fuera una de las escuelas del crimen desde donde se ordenaba secuestros, asesinatos, tráfico de drogas y otras pillerías, puede verse como un símbolo y un mensaje: los hondureños queremos vivir en paz y seguiremos convirtiendo en lugares de recreación aquellas zonas que han servido a los delincuentes.
JOH ya le puso fecha al cierre de esta cárcel: 15 de octubre y desde ya los vecinos de los barrios Medina, Cabaña y Las Palmas, aledaños al Centro Penal piden que la construcción de un megaparque.
“Antes era una tronazón de proyectiles enorme, daba aflicción de noche. Pero ahora, gloria Dios, estamos tranquilos, ya no se escucha nada desde que iniciaron los traslados”, dice don José Pineda, quien es dueño de una pulpería.
Otro vecino, Luis Zacapa, dice que “Con el simple hecho que ya no exista el centro penal es de gran ganancia para la ciudad”.
Durante décadas, los criminales del Centro Penal hicieron y deshicieron, y nadie tuvo los OO´s de ponerlos en cinturas. Sin embargo, El Indómito de Lempiras tomó a los toros (cabecillas), por los cuernos y los mandó sin tocar tablita al Pozo I en Ilama, Santa Bárbara; y al Pozo II en Morocelí, El Paraíso.
“Yo lo que quiero es que construyan un megaparque allí para ir a sentarme, a jugar con mis nietos o a platicar con las vecinas. Estamos muy contentos porque por fin demolerán ese lugar”, dice doña Elsa Rápalo.
Los megaparques se han convertido en un lugar en los que las familias hondureñas la pasan bien, disfrutan, juegan, hacen ejercicios, conocen a su novio o novia. Otros llegan a jugar potra, a descansar o a echarles un ojos a las babies.