Visita a Jorge Montenegro: “Hoy me muero a las siete”

Por EDGARDO ESCOTO “WASHO”

“Comander, hágame un favor. Dígale a su papá en el  oído que mañana lo voy a ir a visitar”.
Fue mi petición a Allan Montenegro, la noche del sábado cercano a las 10 horas, cuando vía WhatsApp le consulté sobre la salud de su padre, que hacía minutos, leí en las redes sociales noticias falsas sobre su vida.
“Gracias, Comander”, me dijo Allan en respuesta  a mi petición para visitar en su delicado estado de salud al padre  de Los Cuentos y Leyendas de Honduras: JORGE MONTENEGRO, o GEORGE MONTEBLACK, como escribía en su columna de La Tribuna.
Llegamos cercano de las 2 de la tarde, preguntando, como cuando uno visita a esos pueblos de las historietas que MONTEBLACK cuenta en sus obras, “¿Dónde vive  Jorge Montenegro?”.
“Allá, vaya al fondo, después de un cruce hay una iglesia y va a ver su casa, es como amarilla”, nos dirigieron los de la seguridad de su residencia en la etapa 8 de la colonia Cerro Grande.
Les preguntamos a dos jóvenes si conocían dónde vive don Jorge, y rápidamente nos ubicaron con un “Allá en esa casa, donde en un pequeño rotulo se lee Familly”.
Nos apostamos frente a su casa, y coincidentemente salió Allan, quien de inmediato nos saludó, y nos presento a varios de hermanos, entre ellos, uno de 10 y a uno suyo que llegaban.
“Está dormido, Comandante”, nos dijo. Vino uno de sus grandes amigos, el abogado Elmer Enamorado, quien junto a Jonathan Roussel y el desaparecido Rodolfo Zelaya “Noche Clara”, se llevaron muy bien en toda su vida”.
Allan, por mientras, nos comenta las ultimas horas  de su padre previo a mi visita: “Él ya se quiere morir, nosotros le decimos que no se preocupe por nada. Ayer, cuando se despertó, preguntó la hora y dijo ´Hoy me muero a las 7´”.
En la plática, Allan nos contó que su padre aseguraba había visto a Rodolfo Zelaya, y nosotros interpretamos que él ya siente su partida.
“Después nos preguntó si habíamos visto a la niña, nuestra hermana que ya falleció, y mencionó el nombre, y que ya falleció también. Entonces dedujimos que en su sueño ya los vio en el cielo”, contó Allan.
Allan ingresó a su vivienda, mientras yo me quedé conversando con su hermano Ricardo, y éste me contó que el estado de salud de su padre es grave.
“Ya no se levanta, le duele todo, no puede hablar mucho, ni comer, está a punta de medicamentos y toma agua”, nos dijo.
Y pasaron unos minutos….
Al rato se escucha la voz de Allan , y me dice: “Comandante, dice don George Monteblack que pase”.
Ingresé a su habitación, lo encentré acostado, rodeado de otros hijos y nos  dio la bienvenida:
-Gracias, Washo,por venir
-Aquí estoy, mi amigo, estaba en deuda en visitarlo -le recordé tomándole de la mano.
Estuvo acostado todo el tiempo, no se puede levantar, y apenas se mueve para ingerir sus medicamentos o para  reponerse de posición -nos adelantaron sus familiares.
Hoy se soltó sorpresivamente a conversar, de sus inicios, de sus altos y bajos, de sus preocupaciones y del legado que quiere dejar a sus próximas generaciones -nos dijeron.
-Mire, yo quiero que el 9 de septiembre sea declarado el Día del Folklore Nacional, que en los centros educativos se celebre todo el día con una serie de actividades de nuestro folklore de todas las culturas de Honduras. Ese es mi sueño, ayúdenos que el Congreso Nacional lo apruebe -me pidió.
¿Y por qué el 9 de septiembre?
“Es que en esa fecha fue cuando nació Cuentos y Leyendas de Honduras. Mire, Washo, le voy a contar:
Yo estaba en Radio América, hace 50 años, y uno de esos días, el encargado de un espacio no llegó, y me dijeron que me pusiera a hablar y fue cuando empecé a contar historias de los pueblos de La Sucia, El Cadejo, El Duende, entre otros”.
Y prosigue: “Ese día empezaron a caer muchas llamadas de todo el país, la gente también nos compartió sus historietas. Y fue cuando me dio la idea de escribir y contar las historias de los pueblos de Honduras”.
“Ese es el legado que quiero dejar antes de morirme, o que la prueben después de muerto. Aquí el arte no se apoya ni se valora”, se lamentaba, mientras su voz tiembla y sus ojos se cubren de lagrimas.
Yo, para distraerlo un poco, le consulto: “Ajá, amigo, ¿y a usted  le dieron miedo sus cuentos?”.
Me queda viendo y responde: “Sí, mi amigo, algunas me dieron miedo”.
No quise abusar de su estado en consultarle mas  y preferí escucharlo.
“Mire, Washo, yo busqué apoyo en todas partes y fue duro. El único que me apoyó en aquel entonces fue el general Juan Alberto Melgar Castro, siendo jefe de Estado. Esto es importante que usted lo sepa y lo cuente:
Una vez me dejé ir a Casa presidencial, yo siempre cargando una bolsita de plástico en mis manos. Cuando entré, me quedó viendo el general y me llamó con los dedos y me pregunta: ´¿Qué andás haciendo Jorge?´, Y yo le respondí, aquí visitándolo general que quiero que me apoye”.
“¿Y qué querés Jorge?”, me preguntó. “Quiero publicar un libro”, le contesté. “¿Y ya lo escribiste, ya lo tenés? Vos sos bueno para eso?”, me dijo. “Sí, aquí lo tengo”.
“El general me preguntó si tenía papel y lápiz, le dije que no y él me respondió: ´Mirá, allá hay un papel de cigarros, recogelo y traemelo´, y fui por el y se lo entregué”, me contó don Jorge.
“Una vez en sus manos el papel de cigarrillos, me pidió que pusiera mis hombros, que él escribiría algo, y con voz alta repetía cada palabra: ´Señor director de la Tipografía Nacional, favor hacerle este libro a Jorge Montenegro´. Y fue así cómo publiqué mi primer obra”, me contó.
“Poco después me di cuenta que los empleados de la Tipografía Nacional no devengaban un buen salario, y decidí que cada mes llegaría a invitarlos en los almuerzos con una comida china”, siguió relatando.
Montenegro, que procreó 17 hijos con diferentes mujeres, cumplirá el próximo 15 de febrero sus 78 años. Desde hace un par de semana recayó del cáncer que sufre. El año pasado fue intervenido, sobrevivió  y se incorporo a la Radio Nacional y Eduardo Maldonado le dio un espacio en HCH.
Es un libretista, escritor y columnista, su obra más afamada es Los Cuentos y Leyendas de Honduras, versión escrita y auditiva, y en los últimos años la llevaron a la pantalla grande, dentro y fuera del país, aunque él dice que no le gustó la adaptación.
A Monteblack lo escuchábamos  atentamente  y solamente fue  interrumpido cuando una de sus hijas le recordaba “Papá, es hora de su medicina, mire que el doctor le recomendó que hablara solo dos minutos”, y él respondió “Perate, m’ja, que quiero que el Washo sepa esto”.
No se preocupe, amigo tome sus medicinas -le dije. Allan me pasó un vaso con agua y una pajilla y me dijo “Dele agua, Comandante”. Y así fue.
Durante nuestra estadía, que fue de una veloz hora, se le rodaron las lágrimas en unas tres o cuatro ocasiones, compartiendo parte de su larga trayectoria:
Aquí no apoyan el arte. Uno solo se hace el nombre, aquí el periodista muere acabado, así como estoy yo. Yo a usted lo veo, me gusta que es original, no pierda eso, su estilo, siga luchando, aquí muchos  lo que hacen es copiar -se lamentó.
Le voy a contar que allá por 1972, yo venía de New York de unos eventos y un muchacho de Puerto Rico me confesó que se quedó admirado cuando se supo de muchas cosas que yo hacia. Fue cuando decidí publicar mis obras -dijo don Jorge.
“Yo soy uno de los 4 más famosos de mi género en el mundo, Washo, y yo no quiero que con mi muerte termine todo… Mi sueño es que sea declarado el 9 de septiembre el Día del Folcklore Nacional. Que celebren todos, los indígenas, los misquitos, con todo orgullo, sus raíces”.
Llegó el momento de partir. Allan me comentó que estaba sorprendido “porque hoy mi papá se soltó a hablar. Él lo estaba esperando, Washo, sabia que usted iba a venir”.
Me levanté de su cama, y le dije “Allí vuelvo otro día. Tómese las medicinas”. Y él respondió “Disculpe, Washo, si le quité mucho tiempo. No se preocupe, todo lo contrario, gracias a usted por permitirme venirlo a ver”.
“Saludos a su familia”, me dijo, y me despedí con un abrazo y un beso en la frente. “Se me cuida”, le repetí.
Y así fue la visita este sábado a la una de la tarde a su vivienda.
Montenegro sufrió en el pasado una trombosis cerebral tras detectarle unos quistes cancerígenos, emprendiendo así una batalla contra la enfermedad.
En los últimos días, en las redes sociales han anunciado su muerte en innumerables ocasiones a las que Allan Montenegro, que también es  periodista, ha salido al paso a desmentir.
“Lo han matado como 20 veces y salgo a aclarar a cada momento y a agradecer por sus preocupaciones”, nos comenta.
El año pasado teníamos pactada con don Jorge una entrevista de media hora y por diversos motivos la retrasamos y quedó pendiente.
Hoy  no fue una  entrevista, fue una inolvidable visita a la leyenda que prepara sus obras para llevarlos al cielo…