“A Kevin Solórzano se le declara culpable por el asesinato del Señor Edwin Eguigure….”
El juez no había terminado de dar lectura a la sentencia cuando la hermana de Kevin se desmoronó en llanto, todos los familiares gritaron de la consternación, el dolor se apoderó de sus corazones.
Todos gritaron, lloraron, no pudieron soportar escuchar esas palabras que por más de dos años quisieron evitar, el enojo por saber que su “pobre y amado” Kevin era culpable provocó que salieran enfurecidos de la sala de sentencia sin que la sesión hubiese terminado.
Los parientes salieron desconsolados hacia el parqueo del tribunal, todos los medios igualmente consternados, sillas tiradas, llantos, gritos… tanto era el enojo de los parientes que se escuchó un vidrio quebrarse de una de las puertas de la entrada.
Los gritos de dolor se escucharon hasta la antigua casa presidencial, “él es inocente, mi muchacho es inocente” gritaba la madre de Kevin cuando la sacaban de lugar tapándole la cara para evitar que la fotografiaran, pero su dolor tan grande y penetrante hizo que se desmoronara y cayera al piso más de una vez.
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La hermana de Kevin lloraba y gritaba con frustración “¡No es cierto, esto no es cierto a mi hermano no por favor Dios!”, mientras que el padre y los demás familiares no aceptaban que esto les estuviera pasando a ellos, “Esto es una mentira, en este país no hay justicia”.
El papá de Kevin camino de un lado a otro, deseando descargar todo su dolor y furia contra algo o alguien, hasta que lo detuvieron para abrazarlo y calmarlo, lo que hizo que al fin pudiera caer en llanto y de un momento a otro su enojo se convirtió en lagrimas que hicieron que se quebrara por dentro hasta caer de rodillas a llorar por su hijo.
Kevin Solorzano era declarado culpable y el mundo entero se le vino abajo a su familia, todos los esfuerzos que durante dos años tuvieron que hacer, todos ellos, se quebraron en tan solo un par de minutos….
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