A 37 años del inicio del fin de la “Guerra del Fútbol”

Hoy 2 de marzo, se cumplen 37 años del día en el cual se vivió una verdadera fiesta cuando el deporte rompió en cuatro frentes, la barrera impuesta entre Honduras y El Salvador tras el conflicto armado que causó aproximadamente 2000 muertos y que suspendió por once años las relaciones entre ambas naciones.

Ese viernes 2 de marzo de 1979 se dieron cuatro duelos futbolísticos en Tegucigalpa, San Salvador y Santa Ana, todos ellos en el marco del desaparecido torneo de la Fraternidad Centroamericana, el cual en ese año hizo verdadero honor a su nombre al reconciliar por medio del deporte a dos naciones hermanas, separadas por un conflicto estúpido.

Todos hemos escuchado algo acerca de la llamada “Guerra del Fútbol”, la cual corresponde a un término acuñado en su obra del mismo nombre por el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, quien fuera miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y que se refiere al hecho de que la prensa internacional atribuyó erróneamente el conflicto a la animosidad existente entre ambas naciones debido a los juegos entre los representativos de ambas naciones en la búsqueda de un cupo en el campeonato mundial de México 70, pero en realidad, el conflicto bélico entre catrachos y cuscatlecos, desarrollado entre el 14 y el 18 de julio de 1969, simplemente coincidió con las hostilidades que tenían su origen en otras causas como ser problemas fronterizos, diferencias surgidas al interior del Mercado Común Centroamericano y la reforma agraria que despojaba de las tierras a campesinos salvadoreños que las ocupaban libremente en detrimento de los agricultores hondureños.

Obviamente, las relaciones entre ambos países quedaron rotas y en aquellos años, ser llamado “catracho” en El Salvador o “guanaco” en Honduras, necesariamente era considerado un insulto de magnitudes apocalípticas y ese rechazo a la coexistencia tuvo eco en el deporte, a tal grado que la selección nacional desistió de participar en la fase previa del mundial de Argentina 78 en vista de que necesariamente se habría de enfrentar al conjunto cuscatleco puesto que según el formato de esa etapa clasificatoria, las naciones centroamericanas debían enfrentarse en un torneo del cual saldrían dos escuadras que disputarían el hexagonal final para obtener al representante de Concacaf en el mayor evento balompédico del planeta.

Sin embargo, a finales de la década de los setentas, la rivalidad fue bajando de tono y a finales de 1978, el seleccionado salvadoreño participó en el VII torneo juvenil de Concacaf y sus integrantes fueron tratados como verdaderos hermanos y eso abrió las puertas a que tras años de aislamiento, los clubes hondureños decidieran participar en el torneo de la Fraternidad Centroamericana el cual en aquel entonces le abría las puertas a los equipos clasificados en los cuatro primeros puestos de sus correspondientes ligas y fue así que en 1979, los representantes catrachos fueran Motagua, Real España, Olimpia y Broncos, los cuales se unieron a Municipal, Aurora, Comunicaciones y Cobán Imperial de Guatemala y a FAS, Atlético Marte, Alianza y Santiagueño de El Salvador en ese histórico torneo.

Fue así que en el ya mencionado 2 de marzo de 1979, Olimpia venció 4-1 a Santiagueño y Motagua igualó 1-1 frente a Alianza en Tegucigalpa, Broncos derrotó 1-3 a FAS en Santa Ana, en tanto que Real España cayó por 5-3 ante Atlético Marte y de esa manera las relaciones entre ambas naciones llegaron a un relativo grado de normalidad y luego los representativos nacionales de Honduras y El Salvador se volvieron a enfrentar hasta el 23 de noviembre de 1980, fecha en la cual el equipo cuscatleco se impuso por 2-1 con goles de Jorge “Mágico” González y Lotario Guerrero, descontando Roberto “Macho” Figueroa, ello a tres semanas de la firma del Tratado General de Paz, el cual se suscribió en Lima, Perú el 30 de octubre de 1980 por parte de los cancilleres César Elvir Sierra de Honduras y Fidel Chávez Mena de El Salvador con la mediación del jurista José Bustamante i Rivero.

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