Leonel Estrada: “Amo robarle recuerdos al tiempo”

En el ojo izquierdo tiene un brillo de nostalgia; en el derecho, la tristeza es total. Esa mirada, que fue pescada hace algún tiempo por una red tejida con un millón de arrugas, ha quedado inmortalizada por Leonel Estrada, un artista (aunque él dice que no lo es), que captura imágenes con la lente con la misma habilidad con la que un mago saca conejos del fondo de un sombrero negro.

El bigote corto, a lo Chaplin; cuatro lunares abajo de uno de los pómulos y la piel tostada por el sol completan este poema que la mano de la vida escribió sin prisa durante los setenta años de don Pedro, un abuelo de Namasigüe, un pueblo del sur de Honduras que flota en el calor.

La fotografía de don Pedro es apenas una de la obras de arte (aunque él dice que no lo son), que Leonel ha tomado a lo largo de veinticinco años.

En esta entrevista, este talentoso fotógrafo, por solo algunos minutos, pasa de retratador a ser retratado…

 

¿Cómo descubriste tu pasión por la fotografía?

De niño visitaba la casa de mi tía Jesús en la colonia Kennedy. A la hora del almuerzo llegaba Lobo (el esposo de mi tía); él en esa época trabajaba como reportero gráfico y fue en esas visitas cuando comencé a jugar con las cámaras de Lobo.

Así me entro la curiosidad de cómo esa cajita negra tenía la magia de robarle recuerdos al tiempo; con los años trabajé para Kodak  y tuve la oportunidad de usar cámaras, conocer fotógrafos y de recibir varios seminarios de fotografía .

¿Cuál fue tu primera cámara?

Mi primera cámara fue una PENTAX, no recuerdo el modelo, pero hacía magia con una lente 50mm. Nadie me la regaló, sino que yo ahorré para comprársela a un compañero. Creo que por 3 mil 500 lempiras.

Si hay un tsunami y solo podés rescatar tres fotografías tuyas, ¿cuáles serían?

¿Un tsunami? Uffff, no salvaría fotos mías, salvaría mis cámaras. Imaginate las fotos que saldrían de esa cobertura.

¿Te ves solo como fotógrafo o también como artista?

Solo soy un fotógrafo, un cazador, un ladrón de recuerdos al tiempo. Los artistas son otros; yo solo robo recuerdos y capturo la creación, esos momentos irrepetibles de la historia. Solo soy eso .

collage

¿Lloraste alguna vez tomando fotos?

Sí, hay eventos que te tocan el corazón. Recuerdo que en una ocasión me tocó cubrir un incendio en un refugio para mujeres víctimas de violencia. En el incendio perdieron la vida varios niños y el corazón se me hizo pedazos cuando vi a un forense que levantaba el cuerpo de un niño carbonizado.

De todos los lugares que tiene Honduras, ¿dónde te gusta más tomar fotos?

Honduras es un país bello lleno de magia. Decir un lugar en especial sería egoísta de mi parte. Cada lugar y su gente tienen su encanto.

Hoy sos el fotógrafo oficial de la primera dama. Antes estuviste en El Heraldo. ¿Dónde más has trabajado?

Para diarios en Honduras, solo para el Heraldo, pero he colaborado para las agencias Getty Images ,DPA de Alemania,Reuters, AP y el Congreso Nacional.

¿Cómo viviste el golpe de Estado?

El Golpe… Tantos recuerdos de esos días, antes durante y después. Mirá, fueron días difíciles para mí y mis compañeros de El Heraldo, pues a diario recibíamos amenazas. Pero al mismo tiempo fue un gran aprendizaje como fotógrafo ya que pude compartir con corresponsales de la prensa extranjera .

Hablame de esa foto de las botas militares…

Esa la tomé en los bajos del Congreso Nacional. Ese día había llovido y andaba buscando fotos de color, de ambiente, para la agencia Getty Images y click, se dio la foto de las botas.

¿Y esa foto espectacular de la mirada del anciano?

Él es el abuelo Pedro. La tomé en Namasigüe, Choluteca hace unos días. Me puse a hablar con él del calor que hacía, ese día creo que hasta el diablo hubiese sudado, ja, ja, ja. Le pregunté su edad y cuando me dijo que 70 años le dije “Ya casi lo alcanzo, me faltan 30”. Don Pedro se tiró la gran carcajada y después tomé esa foto con esas líneas del tiempo en su cara.

¿Cuál es tu mayor inspiración?

Mis hijos son mi mayor inspiración. Por otra parte, ayudar a las personas con mi trabajo, eso es lo que muchas veces hace que me olvide del tiempo. Para un trabajo en la montaña de la Flor, recuerdo que los tolupanes salían corriendo y me tiraban las puertas, se tapaban las caras para que no les tomara fotos. Luego de la publicación en El Heraldo se realizó una campaña para recolectar ayudas para ellos, llegaron muchas ayudas. El día que tocó ir a dejar la ayuda, una señora tolupán, mi abuela Micaela, llegó con su pelo trenzado a darme un abrazo y a decirme gracias. Dios me ha dado ese don de ver el mundo de diferente forma.

¿Qué tipo de fotos preferís tomar?

Me gustan los rostros en particular, más los de los ancianos, ver esas huellas, las miradas llenas de sabiduría. También las sonrisas de niños grandes, es mágico verles la cara cuando les decís “Mira, aquí están las fotos y se las mostrás en la pantalla de la cámara y escuchás muchas risas, es otro rollo. Últimamente he tomado de naturaleza muerta, insectos, plantas, aves que me encuentro en el camino. Las llamo “asesinato en la #selvadeconcreto, suicidio en la #selvadeconcreto”, es mas como una denuncia de los hacemos los humanos.

¿Tenés otros pasatiempos?

Me gusta cocinar, lo disfruto, no soy un súper cocinero, pero no me muero de hambre. También la lectura y el cine de ficción .

¿Alguno de tus hijos tiene pasión por la fotografía?

Mi hijo Narayan hoy me dijo que quiere una cámara; él me acompaña algunas veces a trabajar, así como mis dos hijas mayores.

¿Cuántos años de experiencia tenés?

Tengo 25 años de tomar fotos. Aún guardo algunas de esas fotos, sigo en el aprendizaje, disfruto mucho cada día que salgo a tomar fotos como si fuera la primera vez. Puedo ir mil veces al mismo lugar y mil veces disfrutaré hacer fotos, amo la fotografía, amo robarle recuerdos al tiempo.

Cada imagen es única e irrepetible. Cada fotógrafo tiene un estilo único que lo diferencia del resto, por lo que las fotos son muchas veces el reflejo de nuestros estados de ánimo, son esos gritos silenciosos, son nuestra forma de expresar las indiferencias del mundo, son voces de denuncia, de gratitud. Hay quienes dicen que los fotógrafos tenemos alma rebelde y nos creemos inmortales por las ocasiones que nos toca jugar con la muerte en una cobertura. Al final, solo somos fotógrafos, una raza especial de la naturaleza .