Es parte de la cultura de los hondureños: ver los vídeos en los que los sicarios acribillan a tiros a las víctimas. No importa si es en hora del desayuno, el almuerzo o en la cena.
Entre más sangre tenga el vídeo, mejor.
Ahora es un tema común, por teléfono o por WhatsApp.
-¿Aló?
-¿Qué ondas, cómo estás?
-Bien. ¿Y vos qué hacés?
-Aquí, man, viendo el vídeo donde matan al periodista de La Ceiba.
-¿Ah?
-¿No lo has visto?
-Nambe.
-Perate, loco, ahorita te lo paso. Se ve clarito cuando lo palman.
Así nos “cultivamos” los hondureños, así edificamos nuestra mente y nuestro corazón.
Por eso nos ven como salvajes en otras partes del mundo.
Morbosos. Incultos. Insensibles. En eso nos hemos convertido.