“¡En el teatro comerás mierda!”

Gary Nazar seduce al púbico hasta que este queda vencido a sus pies. Con una mezcla de pasión y ternura entra en el corazón de quien lo ve actuar en el escenario del teatro con la habilidad de un bailarín de tango.

Parece que no toca las tablas cuando camina, como si un titiritero invisible lo tuviera suspendido mágicamente con sus hilos.

En Gary hay pasión, ternura, fuerza, sensibilidad, humor… Tiene la fuerza de un volcán que estremece la tierra antes de escupir lava, y la caricia suave de la ola que deja su espuma en la playa.

De fácil sonrisa, es, en la actualidad, uno de los mejores actores del país. Se gana la vida en el teatro, pues el teatro es eso para él: su vida.

Lo vi la semana pasada en la obra EL ALMA BUENA DEL ARRABAL que montó el Teatro Memorias de Tegucigalpa bajo la dirección del gran Tito Ochoa. Hizo dos papeles. Era el aviador ambicioso que se quiere aprovechar de la puta noble; y el ciego-cojo-mendigo.

En ambas demostró su facilidad para adaptarse a cualquier tipo de personaje que le pongan. O nos hace odiarlo cuando hace el papel de un calculador frío y despiadado, o nos hace amarlo casi al punto de provocar el deseo de subir al escenario para darle un abrazo.

Así de convincente es su actuación.

Pero no se diga más. La obra acaba de terminar, el telón duerme mientras espera que una nueva noche de magia lo despierte.

Con ustedes… ¡Gary Nazar!

 

¿Qué bicho lo picó para ser actor de teatro si aquí en Honduras casi todos queremos ser futbolistas o políticos, o simplemente no hacer nada?

Cuando yo me decidí a hacer teatro fue como un momento de revelación en mi vida. Yo estaba sujeto al estándar de la sociedad y buscaba ser alguien en la vida. Estudiaba la carrera de Medicina, pero siempre me había gustado muchísimo ir al teatro. Un amigo mío de la Universidad, que sabía de esa pasión mía, me dijo “Fijate que hay un grupo que acepta gente que tenga tiempo libre para salir en una obra de teatro”. Al principio me negué por varios factores, especialmente porque no le veía futuro a aquello. Pero mi amigo insistió tanto que un día, a regañadientes, decidí ir. Fue la mejor decisión de mi vida. Llegué y no volví a salir de esa sala de teatro.

 

¿Cuándo fue eso?

Hace unos ocho años. Allí me di cuenta que era el amor de mi vida y me cambió el mundo. El teatro trascendió mis ganas por la Medicina. Me enamoré del ser humano, de los textos, de la literatura, de los autores, de la posibilidad de contar historias.

 

Cuando el papá de García Márquez se dio cuenta que su hija iba a ser escritor, le dijo “Comerás papel”. ¿Qué le dijeron a usted cuando anunció que se iba a dedicar al teatro?

“¡Comerás mierda!”, ja, ja, ja. Y luego el discurso: “¿Pero qué estás haciendo?”, “Eso no te servirá para nada”, “Vos lo que tenés que hacer es conseguir tu título para que seás alguien en la vida”. Yo les pregunté: “¿Y es que ser actor es no ser alguien en la vida?”. Eso fue lo que me dijeron, ja, ja, ja: “¡Vas a comer mierda!”.

 

Fue como si hubiera tirado una bomba en la familia…

Efectivamente. Creo que es algo que pasa con todos aquellos que decidimos el todo por el todo por el arte. Es una bomba que genera tensión porque es salirse de los paradigmas sociales establecidos de ser una persona adinerada con posición económica, un estatus sociales, una clase, porque aparentemente acá en la sociedad hondureña, un actor es una persona de estrato bajo, esa es la visión. Por fortuna, el arte dramático está resurgiendo.

 

Nazar… No es un apellido muy común en el teatro hondureño.

Soy hijo del doctor Nicalás Nazar, el neurocirujano que operó a las siamesas, y ya se podrá imaginar. Yo era el único hijo que se había decidido por la Medicina y mitad de carrera le sale actor. ¡Bah! Al final me terminaron aceptando.

 

Supongo que ya lo perdonó, ja, ja, ja.

Claro, ja, ja, ja.

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¿Viene a ver sus actuaciones?

Casi no le queda tiempo, pero siempre pasa pendiente y me apoya.

 

¿Cómo es esto de vivir del teatro en Honduras?

En lo personal ha sido una incertidumbre, porque el movimiento viene naciendo, está muy joven, y la mayoría de nosotros estamos verdes todavía, nos queda un largo camino por recorrer. Estamos aprendiendo sobre la marcha, con errores y aciertos. Afortunadamente tenemos a personas que nos dan muchas luces, y de no ser por ellas, este movimiento que se ha dado en los últimos seis u ocho años, no habría sido posible.

 

¿Cómo Tito Ochoa?

Sí, como Tito. Él es quien ha generado un proceso real en el país en el tema del teatro, con una generación de actores y actrices que se dedican por completo a esta actividad. No sé si vivimos cómodamente, pero vivimos como actores profesionales.

 

¿Usted vive de esto?

Exactamente. Yo no me dedico a otra cosa más que a ser actor de teatro.

 

Yo lo descubrí a usted como director en Muerte accidental de un anarquista y Tango. Allí me hice hincha suyo,

¿Sí? Muchas gracias, qué honor.

 

¿Qué le apasiona más: actuar o dirigir?

Me gusta muchísimo actuar, es un predicamento fuerte, porque implica responsabilidad y compromiso. Pero he encontrado en la dirección, no sé si mi punto fuerte, porque no sé qué tan bueno sea actuando o dirigiendo, pero me gusta y me apasiona un poquito más que actuar. Si me tocara decidir por una de las dos, yo diría que dirigir.

 

¿Cuál es más estresante?

¡Todo, todo, todo! Las dos son estresantes. Sola la responsabilidad de crear un personaje, imagínese con EL ALMA BUENA DEL ARRABAL, que tuvimos la responsabilidad de crear estos “personajotes” grandísimos, y nosotros apenas somos unos bichitos que estamos verdes. Y luego lo otro, la dirección, al momento de exponerme, tratar de ser claro y preciso, no con mi idea, sino con la idea del autor, y exponer la historia sin pretender dar una cátedra de moral, ni dar lecciones, porque a mí no me interesa dar lecciones; lo que quiero es exponer las cosas como pasan. Le toca al público hacer sus propias reflexiones.

 

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Gary como Jean Paul (el aviador) y la espectacular Inma López Shenté (la prostituta) en El alma buena del arrabal.

 

¿Cuáles son sus influencias? ¿De qué se nutre?

Del arte dramático ruso. Me gusta mucho Anton Chejov… Adoro, adoro, adoro, a Shakespeare. De los directores contemporáneos soy seguidor de Peter Brook, quien fue director de la Royal Shakespeare Company a los veinte años y culminó, a los noventa años, su carrera de teatro en Francia.

 

¿Y música? Además de Marilyn Manson…

Ja, ja , ja, por supuesto, me encanta Marilyn Manson. Él tiene un gran sentido teatral en toda su música, se nutre incluso del propio Shakespeare. Yo lo he estudiado muy bien, el concepto teatral de sus vídeos. Soy universalista con la música y la colecciono. De hecho, el ochenta por ciento de las bandas sonoras que se han hecho en Teatro Memorias las hice yo. Me gusta la música balcánica, la italiana, los cantos gregorianos, la música clásica, la música rara… Y me gusta trova, es mi favorita al momento de relajarme. Alejandro Filio, Jorge Drexler, Silvio Rodríguez…

 

Y a esa influencia le podemos agregar como inspiración a su bebé, la pequeña Luna…

¡Claro! Mi hija es el motor de mi vida. Si antes me motivaban las ganas de hacer algo, ahora me motiva mi hija a seguir adelante y a no claudicar, y a luchar por dejarle a ella un mundo mejor donde los tiranos tengan su merecido aunque sean en el momento mágico del teatro, porque sabemos que en la realidad no es así. A veces salgo de ensayo y voy muerto, no quiero vivir más, llego extenuado a casa, pero Luna me inyecta una energía increíble que me desborda. ¡Es algo realmente hermoso!

 

¿Cuánto ensayaban diariamente con EL ALMA BUENA DEL ARRABLAL?

De seis a siete horas. Estuvimos cerca de tres meses trabajando arduamente en la obra.

 

Me imagino que ha de ser algo extenuante…

Sí, porque física y mentalmente es agotador, duelen, duelen los procesos, pero sin dolor no se puede aspirar a hacer arte. Así como el artista del cincel debe llagarse sus manos para hacer sus obras.

 

¿En qué etapa de su carrera se encuentra?

En una etapa donde puedo retarme y presionarme a hacer cosas y a buscar autores que de repente hace algunos años no me sentía en mis cabales hacer. Tengo las herramientas suficientes para defenderme y salir tal vez bien librado, porque en esto nunca se sabe ya que es una lotería. Ni como actor ni como director estoy maduro. Tengo los pies sobre la tierra y sé que todavía me falta mucho.

 

Para ponerlo a la hondureña… ¿Se da en la madre con cualquier personaje?

Sí, sí, sin miedo, con mucho respeto, pero sin temor. ¡Me doy reata con cualquier personaje!

 

¿Qué importancia tiene Tito Ochoa en su carrera?

Muchísima importancia. Es mi maestro y la persona por la que finalmente me decidí a actuar. Con él he aprendido como ser humano, como director. Es alguien a quien yo admiro con cada una de mis palabras. Él me ha dado las herramientas y ayudado a construir mi pensamiento en cuanto a la técnica y el elixir. Tito le ha dado tanto a este país.

 

¿Tiene algún ritual antes de salir a escena, así como los futbolistas antes de saltar a la cancha?

Me veo frente al espejo, hago un serio y después le doy un abrazo a cada uno de mis compañeros ante de salir escena, como diciendo, “nos vemos en escena, estoy con vos”.

 

¿Le dan muchos nervios?

¡Muchísimos! Es como estar en la final, en el partido de ida quedaron empatados, ahora vamos a penales, me toca hacer el último, el decisivo. ¿Se puede imaginar? La tribuna está encima, la pelota está allí, la metita se hace así de pequeña, el portero así de grande… Es algo sobrecogedor, pero al mismo tiempo un deleite.

 

Con esta descripción la gente entenderá muy lo que se siente.

Ja, ja, ja… ¡Bingo! ¡¡¡Goooool!!! Ja, ja, ja.

 

Gary Nazar queda con su enorme sonrisa en el silencio del teatro. Es un hombre feliz. Tiene todo para serlo, incluyendo una LUNA de seis meses que no se quita nunca de su cielo…