Salvadoreños tan primitivos

Los jugadores de la selección de El Salvador tienen su propia versión del mundo mágico del Macondo de García Márquez.

Allí juegan a que son campeones del mundo, y una potencia que gana con solvencia las eliminatorias. Golean a México, humillan a Honduras, juegan enchute con Costa Rica, les sacan la lengüita traviesa a los equipos caribeños, trapean el piso con Estados Unidos…

Por eso, la FIFA pone a la selección salvadoreña como cabeza de grupo en cada Mundial. Es un privilegio que comparten únicamente con Alemana, Italia, España, Argentina, Holanda y Chile.

Ese lugar se lo ganó desplazando nada menos que a Brasil y a Inglaterra, lo que ya habla de qué está hecho este equipo.

En su mundo macondiano, los seleccionados salvadoreños juegan para el Real Madrid, Barcelona, Juventus, Chelsea y Manchester City.

Son estrellas asediadas por los aficionados y por empresas como Nike, Adidas, Gatorade, Sony, Toyota, Coca-Cola…

Henry Hernández, por ejemplo, ya tiene contrato firmado con el Madrid para sustituir el próximo año a Keylor Navas.

Y el delantero David Rugamas es considerado el próximo Cristiano Ronaldo; Gerson Mayen será el sustituto de Messi, si es que este no se recupera antes de fin de año de su lesión.

La lista sigue: Marlon Cornejo (defensa figura del Atlético de Madrid); Juan Carlos Portillo (goleador del Bayern Múnich) y Milton Molina (capitán del Manchester United)…

 

Dicho esto, estoy de acuerdo en que los seleccionados salvadoreños hayan abandonado la concentración, porque no se les da el trato de reyes que se merecen, mientras su pueblo (los arrimados, los mendigos, los marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta, los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos, como los llamó el eternamente bello Roque Dalton), se cachimbean día pasa salir adelante.

 

Estoy del lado de ustedes, seleccionados salvadoreños y aplaudo que hayan pedido “educadamente” las siguientes cosas:

  1. Un bono de mil y dos mil dólares durante cada concentración. MI COMENTARIO: Creo que aquí se equivocaron solicitando mil dólares para los que juegan en la liga local, ya que todos ustedes pertenecen a clubes del extranjero. Hay que corregir eso.
  2. Mil 500 dólares para cada uno por partido empatado de visita en eliminatoria. MI COMENTARIO: Ustedes nunca empatan, siempre ganan. Entonces no aplica.
  3. Cuatro mil 500 dólares por cabeza por juego ganado de visita. MI COMENTARIO: Se quedan cortos. ¿No les caerían mejor diez mil dólares de un solo? ¡Es lo justo!
  4. Tres mil dólares por gane en casa. MI COMENTARIO: Hombre, si jugar en casa es lo más yuca por la presión de los aficionados, de la madre, de la novia, de los amigos del barrio. ¡Doblen la petición!
  5. Hospedaje en hotel que sea al menos cuatro estrellas. MI COMENTARIO: Mejor pidan que les asignen un piso completo a cada uno de ustedes en hoteles cinco estrellas.

 

Muchachos, admirados amigos: no han hecho, repito, no han hecho nada malo.

Los niños que sueñan con ser como ustedes, los pobres a los que solo falta que los orine un chucho, el que está sin chamba, los vendedores del mercado, el conductor del bus que arriesga el pellejo cada día… ¡Esos que se jodan! ¡No tienen derecho a lamentarse ni a sentirse decepcionados por lo que ustedes han hecho!

No esperen que nadie comprenda los sacrificios que ustedes realizan por la patria. Eso es parte de la ingratitud de ser futbolista.

Yo sí los entiendo, porque también vivo en mi propio Macondo en el que aguardo con paciencia a que me den un Pulitzer o el Nobel de Literatura por esta “joya” de artículo que escribo sobre ustedes, solo comparable a los textos de Cortázar, Hemingway, Vargas Llosa, Truman Capote, Bendetti…

Lástima, lástima grande, que en el otro mundo –en el real-, ni a mí me darán un premio ni ustedes clasificarán a Rusia 2018…