Que me perdone Keylor Navas por no dedicarle a él esta columna de opinión a pesar de ser sin duda el mejor jugador del Real Madrid en lo que va de temporada, paradas antológicas que han callado como a mí, a los que creían que al tico se le quedaba grande el marco del Bernabéu.
Pero me gustaría reconocer a esos jugadores que nunca serán nominados a un balón de oro o que nunca podrán firmar contratos estratosféricas porque la dicha del fútbol no les permitió jugar de de tres cuartos de cancha para adelante.
Por lo general cuando uno llega con la etiqueta de “el sustituto de…” o “el futuro tal…”el jugador se convierte en un auténtico fiasco, y en especial en el Madrid donde durante años estuvieron esperando al sustituto de Hierro o el de Makelele.
Sin embargo este jugador ha superado esa etiqueta de sustituto y se ha hecho con esa famosa banda izquierda del Bernabéu tradicionalmente reservada para los grandes como Paco Gento en la ofensiva y Roberto Carlos en el lateral.
A pesar de no contar con los mismos títulos que su compatriota todavía, todo apunta que lo supere en unos años, lo que generará un nuevo debate entre los sabios del fútbol español, sobre quién fue el mejor lateral izquierdo en la historia del Real Madrid, en estos tiempos que nos encanta la etiqueta de definir quién es el mejor de los mejores del mundo mundial de todos los tiempos.
Su aspecto desaliñado y desordenado son a veces un reflejo de su irreverencia en el campo, la cual en algunos casos le ha costado algún disgusto por volver tarde a defender o descuidar la marca, sin embargo ha sabido disciplinarse para sacrificarse más en defensa olvidándose que en algún momento él también fue extremo.
Sus críticos no le perdonan que no sea un lateral clásico como Maldini, o Salgado sin embargo sus entrenadores, salvo Capello, han sabido explotar su lado ofensiva para convertirlo en “un desatascador” de juego.
Marcelo, sí Marcelo, es alegría futbolística, la brasileña, la que Dunga y cuatro más se encargaron de hacer desaparecer. Marcelo es el típico pillo que se divierte jugando al fútbol con la sonrisa de chaval de patio de colegio imprime esa felicidad en el resto de compañeros. Logra que el resto del equipo juegue bien, desatasca los partidos aburridos cuando los de arriba no tienen su día.
En el último partido contra el Levante volvió a demostrarlo con una asistencia y un gol, con samba o sin ella el brasileño es de lo poco vistoso que tiene este Real Madrid más preocupado en los resultados y en la disciplina táctica que en el espectáculo, asiste y marca, regatea y piensa como un 10.
Ser feliz es un requisito para hacer las cosas bien en todos los ámbitos de la vida, no solo en el fútbol, Marcelo sigue siendo fiel a esa máxima de “el fútbol se hizo para divertirse”.