¿Quién diablos es J.R. Molina?

Mientras en Nicaragua hasta las cantinas llevan el nombre de Rubén Darío (además de las calles, puentes, escuelas, edificios, billares, buses y parques en casi todas las ciudades de ese país), acá, en Honduras, el poeta Juan Ramón Molina cumple hoy 107 años de muerto y a casi nadie le importa un carajo.

Y no es de extrañar.

Porque nosotros somos la nación que se da en la madre por Cristiano Ronaldo y Messi; nos orinamos por los goles del Real Madrid y del Barcelona; celebramos, aplaudimos y brincamos como monos por todo aquello que viene de afuera, pero con las cosas buenas que tenemos: indiferencia total.

Nuestra pobreza no solo es del bolsillo; también es mental y del corazón.

El tema político nos consume en sus hogueras, porque acusar, criticar, desgarrarse las ropas en Facebook, publicar fotografías mientras se “pijinea” en una marcha de los Indignados es lo más fácil.

Lo difícil está en estudiar a los grandes hombres nuestros -y sus obras-, para luego debatirlas, analizarlas y ponerlas en práctica.

Porque eso es aburrido.

Da “hueva”, como decimos en Honduras.

Mejor ponemos a Los Simpsons, Casa Cerrado o HCH para ver cadáveres destrozados.

¡Qué edificante!

Así se construye el alma de esta nación.

Con raras excepciones (el centro básico Juan Ramón Molina de Tegucigalpa hace una extraordinaria labor en mantener viva la obra del poeta, por ejemplo), muy poco sabemos los hondureños del autor de PESCA DE SIRENAS, EL ÁGUILA, LA CALAVERA DEL LOCO, AUTOBIOGRAFÍA, SALUTACIÓN A LOS POETAS BRASILEÑOS, LOS CUATRO BUEYES Y LA NIÑA DE LA PATATA, entre tantas obras bellas.

 

Arrogante, Molina fue un genio que apenas vivió treinta y tres años, antes de morir en un estanco de mala muerte en San Salvador.

Se cree que falleció de una sobredosis de morfina, pero también podría decirse que lo asesinó la depresión que le provocaba la inculta y superficial sociedad hondureña de aquel entonces (1908) …Y de este entonces, pues las cosas no han cambiado mucho.

El propio Rubén Darío, el poeta al que nos obligan a leer en la escuela, en el colegio y la universidad, le tenía respeto a Molina. Y tenía sus razones.

Porque Darío, a quien nadie le quita lo genial, sabía el talento que tenía ese peculiar personaje de bigotes alacranados.

¿Qué hubiera pasado si Molina alcanza vivir hasta los 49 como Darío?

Es imposible de imaginar, pero seguro nos habría dejado más poesía perfecta para alimentar nuestras almas.

Descubrir a Molina –así como a otros grandes pensadores, artistas, escritores, políticos, teatristas, poetas y músicos-, nos permite quitarnos esa creencia que en Honduras todo es malo y que no hay muchos motivos para sentirnos orgullosos.

Solo en el caso de Molina, su obra debería bastar para que se le mencione junto a otros grandes poetas universales de la historia.

Sin embargo, no es así. Y eso es una injusticia.

¿Llegará el día en que el mundo entero se entere de la existencia de sus poemas? No lo sé.

 

Hoy he cometido suicidio periodístico al escribir de Juan Ramón Molina. Con una persona que lea este artículo me sentiré dichoso.

Bueno, que sean dos…

Pero al menos me reconforta el hecho que este artículo no sale publicado en papel periódico -sino en web-, así que no podrán utilizarlo para envolver tamales. O para limpiarse el…

La próxima semana hablaré del trasero de Elsa Oseguera para que me lea muchísima más gente…