Como muchos de hondureños, rechazo el periodismo amarillista. Sin embargo, esta tendencia de irrespetar a los televidentes con imágenes de cadáveres (no importa en qué situación estén), gana cada día más seguidores y colocan en los primeros lugares de teleaudiencia a aquel canal o programa que saque más sangre.
Es algo aberrante, pero eso es lo que el pueblo quiere ver. Y eso le dan de desayuno, almuerzo y cena.
Ahora se habla con naturalidad de “¿Viste el video donde acuchillaron al abogado Eduardo Montes?”, o “¿Te mandé por WhatsApp las tomas de la masacre de Choloma… ¿Te llegaron?”.
Los periódicos -en sus versiones digitales-, y muchos canales, compiten para ver quién consigue primero las imágenes de las cámaras que han grabado algún asesinato.
Al momento de subir el video orgullosamente le ponen EXCLUSIVO para demostrar que en eso de sacar muertos nadie les gana.
Yo soy feliz en mi país a pesar de los riesgos que hay. Sé de los peligros que me rodean, pero trato de no pensar constantemente en eso.
Sin embargo, es imposible, pues los canales amarillistas pasan imágenes de muertos a todas horas del día. Ya ni siquiera uno tiene que poner esos canales, pues están en todas clases de negocios: en restaurantes, donde cambian aceite y llantas, en las pulperías, en las floristerías, en tiendas de ropas…
El público ya no se conmueve y en muchas ocasiones llama al mesero o dueño del negocio y le pide que ponga uno de esos canales. Al parecer, las imágenes de cadáveres acribillados o encostalados ayudan a una mejor digestión…
A la par de eso, los “periodistas”, apenas de enteran de un hecho sangriento, entrevistan a los familiares de los fallecidos y los “acribillan” con preguntas estúpidas y ofensivas.
Sin respeto.
Y sin consideración.
Lo más reciente ha sido el caso de Arnold Peralta, el jugador de Olimpia y de la Selección Nacional que falleció asesinado ayer en La Ceiba.
Los periódicos ha publicado fotos del padre y de la madre de Arnold bajo llamativos titulares como “Desconsolada, así sufre la madre de Arnold”. Y la ilustran con una foto en la que la señora aparece abatida por el dolor.
Y como la estupidez parece no tener fin, me he inventado una estúpida entrevista de un estúpido “periodista” cualquiera a don Carlos Peralta, el padre de Arnold.
Es la entrevista ideal, pues tiene las respuesta que estos “periodistas” han buscado durante tanto tiempo, pues solo así me puedo explicar que lleven décadas preguntando semejantes estupideces.
Como dije, la estupidez no parece tener fin…
ENTREVISTA (SÁTIRA)
¿Cómo se siente con el asesinato de su hijo?
Ah, muchas gracias por la oportunidad que me da de dirigirme al pueblo hondureño. Pues me siento muy contento, como se imaginará, hoy es uno de los días más felices de mi vida. Creo que nunca me había sentido tan bien. Con decirle que hasta me eché un par de traguitos.
¿No es doloroso perder a un hijo?
Fíjese que no. Duele más una patada en los huevos o golpearse un dedo con el martillo o cuando los periodistas hacen unas preguntas pendejas, pero no es su caso. ¿Por qué va a doler? Todos somos hijos de la muerte, así que lo veo como algo normal que tarde o temprano tenía que pasar.
¿Se imaginó alguna vez que esto podría pasarle a su hijo?
¡Claro que sí! Dígame, ¿qué padre no va a querer que le asesinen a su hijo y que luego le tomen fotografías y le hagan videos a su cuerpo tirado en la calle? Lo hicieron más famoso. Yo hasta quería levantarle la camisa para que se le notaran algunos tatuajes, pero los policías no me dejaron. Esto es algo que llevábamos esperando desde hace mucho tiempo.
¿Y su esposa no está muy triste?
¡Para nada! Es más, ahorita está en la casa preparando comida para una gran fiesta que vamos a armar. Después de todo, ¿cada cuánto tiene uno la dicha de que le asesinen a un hijo?
Disculpe, don Carlos, puede ver hacia la cámara, por favor…
Por supuesto. Disculpe, es que soy poco para hablar por la tele, siempre me ha gustado ser un poco más apartado. ¿Así está bien? ¿Cómo me veo? ¿Voy a salir por toda Honduras? Mire que me gustaría que me vea una ex novia que tuve allá en Comayagua. Se va a morir de la sorpresa cuando se entere que ahora soy famoso.
Claro que sí… ¡Usted está en vivo y en directo!
Es lo que me llega de ustedes, que pasan muertos a todas horas del día. No hay como desayunar, almorzar y cenar viendo cuerpos acribillados o encostalados. La vez pasada sacaron un cuerpo en estado de descomposición. Allí sí pensé “Se pulieron, este es el verdadero periodismo de investigación”. Y cuando son masacres pues mejor, porque son de media docena en adelante… Como que así sale más barato, por media docena, ¿verdad?
Dicen los forenses que fueron dieciocho balazos los que recibió su hijo… ¿Cuál es su opinión?
¿Dieciocho? No, hombre, muy poquitos. Pensé que eran más. Ya ni para asesinar sirven los sicarios de hoy. A lo que hemos llegado. ¡Qué barbaridad! Risa me dan.
Según el recuento, la mayoría fue en la cabeza…
¡No le creo! Púchica, muchas gracias por la información. No sabía. Le voy a contar a mi esposa, seguro se pondrá muy contenta cuando escuche ese dato. Es lo que le digo, nadie le gana a usted para dar noticias. Pero espérese, mejor lo voy a apuntar. En la cabeza, ¿verdad?
Me imagino que su vida ya no será igual…
¡Claro que no! Será mejor, porque ahora tendré para contarle a mis nietos y a los vecinos, y más periodistas vendrán a hacerme preguntas interesantes, como estas que usted me hace ahorita. Yo de verdad le agradezco porque me ha dado la oportunidad de contar esta bonita experiencia en vivo y en directo.
Don Carlos, ¿hay algo más que quiera decirle a seis millones de hondureños que lo ven en este momento?
¡Jueputa! ¿Seis millones de personas?
Así es. Por eso somos los número uno en el corazón del pueblo hondureño.
¡Qué relajo de gente! Sí son macizos ustedes… Bueno, quiero decirles que estoy bien, feliz, un poco jodido del reumatismo, me dan unos dolores y unos calambres por acá por las canillas, pero allí le voy haciendo huevos. Quiero agradecerles a todos ustedes por estar pendientes. Espero verlos pronto, siempre y cuando Dios permita que me asesinen a otro hijo.