Bienaventurados los pobres…

¡Qué foto! Roberto Micheletti, ex presidente de facto, cómodamente sentado en Suyapa; y una mujer del pueblo, anónima, sentada por allí.

Él arriba.

Ella abajo.

Los mejores lugares son para los poderosos, para los que andan bien guanjeados y los cachos lustrados como espejos.

¡Bienaventurados aquellos que no hicieron nada por el país y que son recibidos con oro, incienso y mirra!

Los humildes, que se jodan. ¿Qué se creen? ¡Al piso! ¡Las bancas ya están llenas por los perfumados, los que pueden pagar un doctor en Miami para sacarse un uñero!

¡Qué diferencia, va!

Las bancas para los que llegan en limosinas rodeados de guardaespaldas; el suelo para aquellos que llegan a pagar promesas o a darles las gracias a la Virgen.

Jesús se hubiera puesto de pie. Estoy seguro. “Hija, sentate, que los mejores lugares de la casa de mi Padre son para los humildes, los marginados, los que no tienen nada material, pero les sobra la fe”.

Miserables, nunca entendieron que a Dios no se le puede engañar con corbatas de seda.

Estoy seguro que Jesús me hubiera escogido como uno de sus apóstoles, porque siempre se rodeó de eso que llaman chusma: pescadores, cobradores de impuestos…

De mucho le hubiera servido un albañil penco, borracho y patas chorreadas como yo.

En las iglesias terrenales los lugares de privilegio no son reservados para los humildes, pero los del cielo sí.

¡Ese es mi consuelo!

Saludos desde Los Pinos, el barrio más macizo de la Capirucha.