Francisco, el seductor

Por GENARO LZOANO/@genarolozano (Tomado de REFORMA LA OPINIÓN).

 

Me disculpo si esta columna ofende a algunos lectores de antemano, pero soy de ese porcentaje de mexicanos que no profesa la fe católica, pese a haber sido criado en ella. Soy de ese 65% de los mexicanos, que según una encuesta de Parametría, no está de acuerdo con que la iglesia pida dinero para cubrir la visita del papa, pertenezco a ese 93% que de acuerdo con esa misma encuesta no desea ir a un solo evento del pontífice.

Aunque defiendo la libertad de culto, soy de esos mexicanos que se sienten contrariados cuando ven al Presidente comulgar, pero creo que finalmente encontré qué es el “Nuevo PRI” en ese acto.

Prendo la tele el viernes y no hay nada más que la cobertura papal. La veo un rato por curiosidad y veo que el viernes el hangar presidencial estuvo lleno de funcionarios con sus familiares en esa recepción VIP. Veo al papa sonriente, amando la atención, un hombre mediático que sabe romper las formas y se sale de la alfombra roja.

Escucho diversas narraciones y los conductores de todas las cadenas hacen hincapié en eso, parecen maravillados por ver a un hombre que como un buen torero sabe dar un excelente espectáculo. Francisco es un rockstar, seduce a las masas, aun sin hablar.

El sábado veo un Zócalo semivacío. La comparación es necesaria: al Zócalo lo llena mucho más AMLO. Escucho los comentarios de conductores que le echan la culpa a la logística.

Yo emocionado pienso que es una victoria cultural. Si en 1979 los mexicanos eran más católicos y atiborraban las plazas para ver a Wojtyla; en 2016 los boletos que repartieron en oficinas gubernamentales no los querían los menores de 30, según me cuenta gente que trabaja en la Cancillería y en la PGR.

Al menos en el epicentro político del país, en el corazón de la ciudad que ha defendido las causas progresistas en contra de la iglesia, la gente le ha dado la espalda al seductor Francisco.

Me aviento los 47 minutos del discurso papal en la Catedral, en la que no hay una sola mujer. La jerarquía católica es un club de Tobi. Escucho las palabras de Francisco, sus guiños a la Virgen, su acento argentino que regaña cálidamente a sus cardenales, les pide que no se dejen llevar por la vida material, que no le tengan miedo a la transparencia y veo las reacciones en Twitter. Varios señalan “qué tunda le está dando el papa a los cardenales”.

Me decepciona su discurso, no escucho al “papa progresista”, no lo oigo reconociendo que la iglesia le ha fallado a los miles de víctimas de abusos sexuales de sacerdotes. Me imagino que ahí sentado, oyendo al papa, habrá al menos un cardenal que abusó de menores o que encubrió a un cura.

Lo mismo me sucedió con el discurso en Palacio Nacional. Varios en las redes sociales destacaron que el papa mencionó a los jóvenes, corrupción, narcotráfico, violencia, tráfico y muerte. A mí me pareció tibio. No hubo un solo guiño a Ayotzinapa, ni a Topo Chico, ni a los familiares de la Guardería ABC, ni a los periodistas desaparecidos en Veracruz. Francisco fue diplomático y no le aguó la fiesta al gabinete ni a los gobernadores que saludó, uno a uno, con todo y el besanillo.

En Chiapas y en Ecatepec sí vimos plazas abarrotadas. Pese a que en el primero la fe cristiana y evangélica pelean por adeptos con la católica, el gobernador Velasco montó una gran producción y lo mismo Eruviel en su estado, donde los feminicidios no paran. Y tampoco ahí hubo referencias ni guiños papales a esas tragedias.

Francisco es un seductor. Después del robotizado Ratzinger se agradece su performance de cercanía a la gente. El mensaje católico de no violencia y la misma fe que le da a millones se agradece en un país que necesita valores éticos y morales. La esperanza que le da a millones es bienvenida en un México que ve todos los días cómo se acumulan muertes violentas en los medios. Este papa es simpático, tiene don de gentes, sabe apropiarse del momento y es histriónico. Sin embargo, a mí no me seduce. No le creo. Ojalá sus fieles le demandaran más al papa y a su iglesia.

Tras su partida su “fuerte reclamo” será olvidado, como el discurso sin acciones concretas de cualquier político más. El único milagro que dejará será elevar la popularidad de Angélica Rivera y del mismo Presidente. Un milagrito necesario para este gobierno. Amén.