¡Pase adelante y vea el video de niña atropellada!

Mi primera reacción fue: “¡Qué hijos de puta!”. Tuve que leerlo dos veces para comprobar que era cierto.

El titular era: Video muestra cómo rapidito mató a la pequeña Malena.

A eso han llegado los medios de comunicación. Por un lado realizan campañas para levantar el optimismo, llamar a la esperanza y para promover las cosas positivas, y por el otro nos restriegan sangre, cadáveres mutilados o en estado de putrefacción.

Entonces, la competencia -competencia estúpida e insensible-, es ver quién consigue el video de asesinatos o, en este caso, el de Malena, la niña de apenas dos años que murió atropellada por un rapidito.

(El tema del conductor del rapidito será en otro momento).

¿Cuál es el requisito para ser editor ahora de un “miedo” de comunicación? ¿Ya no es necesario escribir bien? ¿Sentir pasión por contar historias? ¿O sentir que el corazón se llena de emociones con cada palabra que va apareciendo en la pantalla de la computadora?

Hoy parece que hay que tener poco seso y una piedra en lugar de corazón. De esa forma, ni se siente ni se piensa al momento de subir LA PRIMICIA de un video en la que una bebé (Se me arruga el alma con solo pensar que pudo ser mi hijo), muere atropellada.

¡Aplausos para el sagaz-intrépido-vivísimo periodista que consiguió ese video, y más aplausos para el que lo subió a las redes sociales y el triple de aplausos para el jefe que lo aprobó!

¡Deberían darles el Premio Pulitzer!

No puede ser que lleguemos a estos extremos de irrespeto. Como tampoco puede ser que los lectores le de click a una nota de este tipo para saciar su morbo.

Felicidades por esta nueva forma de hacer periodismo, que es, como dijo GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, el oficio más bello del mundo.

Estamos ansiosos por ver el próximo video exclusivo que nos presentarán para que nos deleitemos o se los enseñemos a nuestros hijos.