¿Cuántos más?

Foto de Grupo OPSA


¿Fútbol…?
Un deporte para disfrutar individualmente o en grupo, entre conocidos o desconocidos, en casa o en el estadio, en fin, una actividad que se ha expandido alrededor del mundo, convirtiéndose en una pasión que va más allá de ver a 22 hombres corriendo detrás de una pelota.

Bendito sea el momento en el que se creó este deporte; se ríe, se llora, pero al final siempre se disfruta, se entiende que no es más que un juego apasionante que supera las expectativas de cualquiera, que te hace soñar estando despierto y que hace palpitar tu corazón de una manera única.

Así es el fútbol, o al menos así debería ser…

En nuestro país lamentablemente las “Barras” se han encargado de apagar esa magia, de alejar a los verdaderos aficionados de los estadios, y todo ello por pura ignorancia, no solo de quienes protagonizan los altercados, si no de toda una sociedad que se encuentra sumisa ante la cruda realidad.

El pasado sábado se jugó un partido de “alto riesgo” en la cancha del Estadio Nacional, Motagua recibía  al Olimpia en una noche que brindó un bonito espectáculo pero que terminó llena de sangre, ya que al final del juego en las afueras del inmueble capitalino un aficionado fue asesinado.

Jonathan Josué Rojas, de 20 años de edad, falleció en la sala de urgencias del Hospital Escuela Universitario, así lo informó Leonel Sauceda, portavoz de la Secretaría de Seguridad.

¿Quién lo diría…?
Jonathan, aficionado del Olimpia, se levantó el sábado consciente de que iría a apoyar a su equipo, pero no se imaginaba que no regresaría a casa.

¿Es justo esto?
No, no lo es, desde ningún punto de vista. Por más glorioso que sea el fútbol no vale la vida de una persona.

La violencia en el fútbol hondureño no terminará hasta que la educación a nivel nacional cambie. Es cuestión de lógica; no saber que el fútbol solo es un deporte y poner en riesgo tu vida por él es una clara demostración de que algo hizo falta en la formación de una persona; así se cierra un lamentable círculo vicioso.

La pregunta del millón es: ¿Cuántos más?

¿Cuántos más tendrán que morir para que la sociedad reaccione?
¿Cuántos más no regresarán a casa por ineficiencia del sistema de seguridad?
¿Cuántos más sentirán dolor por algo tan insignificante como el fútbol?

¿Cuántos más…?

¡La sociedad hondureña pide a gritos una solución!
En los últimos diez años más de 10 personas han muerto por enfrentamientos violentos entre las barras, algo que simplemente nos pone a pensar: ¿En que país vivimos?

Aunque parezca inhumano tengo que decir que a nivel social la muerte de Jonathan pasa a un segundo plano, el verdadero problema es la impunidad y la falta de propuestas para resolver los problemas.

El sábado murió uno, fue noticia durante dos o tres días y luego todos lo olvidan, pasa a una lista sin sentido y la vida sigue, nadie toma cartas en el asunto y de repente Motagua y Olimpia se enfrentan en un nuevo partido; nadie recuerda a Jonathan, todos oran porque no suceda algo lamentable y pocos valientes asisten al estadio.

¡Es momento de reaccionar!
No puede ser que nos quedemos con los brazos cruzados, nuestros jóvenes se están matando y Honduras pierde pulmón con cada uno de ellos en el suelo.