El otro yo de Luis Suárez

Como 9, no hay ninguna duda que Luis Suárez es uno de los mejores del mundo, y se codea con Higuaín, Lewandowski y Zlatan y otros grandes centrodelanteros.

Letal. Escurridizo y con un desmarque perfecto que le permite ganarles las espaldas a sus rivales y llegar con ventaja frente a la portería.

El uruguayo lo tiene todo: fuerza para el choque, velocidad, remate de cabeza y con la izquierda y con la derecha. No hay duda que es un delantero completo y por eso está en uno de los mejores equipos del mundo: el Barcelona.

Sin embargo, Suárez es un tipo inestable de la cabeza. “Mala leche”, como dicen los argentinos. Agresivo, desleal y malintencionado.

Meter un codazo o una patada, escupir o clavarle los dientes a un contrario es lo más normal para él.

Ni siquiera la dura sanción que le cayó después de morder al italiano Chiellini en el Mundial 2014 lo hizo cambiar de comportamiento.

¿Exagero? No creo. Basta con ver lo que hizo en la llave de cuartos de final de la Champions League.

Ante el Atlético de Madrid volvió a dejarse llevar por su lado oscuro, y si no fue expulsado fue por la complicidad de los árbitros.

En el primer juego de los cuartos de final de la Champions, Suárez pateó descaradamente a Juanfran -por atrás, cuando el balón ni siquiera estaba en juego-; y minutos después le dio un puñetazo a Filipe Luis.

Las dos jugadas eran claramente para ROJA.

En la agresión contra Juanfran ni siquiera le sacaron amarilla; por el puñetazo a Filipe Luis sí.

Suárez anotó dos goles en ese partido y, en lugar de salir como el Guasón, fue el Batman del Barcelona, el héroe, el más aplaudido.

El villano fue Torres, expulsado por dos faltas que no tuvieron la violencia de las de Suárez.

En el juego de vuelta, el 9 volvió a las andadas y le dio un codazo a Godín. También era para roja, pero la agresión quedó en la impunidad.

Suárez terminó en la cancha a pesar de que le dejó el ojo morado e inflamado al central del Atlético (y compañero suyo en la selección uruguaya).

Suárez es un caso perdido. Tal vez lo justificaría (tal vez) si jugara en un equipo mediocre o en uno que lucha el descenso.

Pero como lo hace en un club donde la mística de divertirse, jugar bien y ganar está encima de los antivalores y de la estupidez, se me hace difícil entenderlo.

¿Quién pierde los nervios jugando a la par de Messi, Neymar e Iniesta?

Suárez está mal de la cabeza y la pierde especialmente cuando las cosas no le salen bien, y no tiene remedio.

Nunca aprenderá, nunca cambiará.

Y seguirá agrediendo según sea su estado de ánimo. Algunas veces se saldrá con las suyas; otras veces no. Batman o Guasón, según las circunstancias, Luis Suárez me recuerda más al Acertijo.

Pues antes de cada partido uno se pregunta “¿Qué Suárez veremos hoy: al delantero que nos enamora con sus goles-obras de arte, o esa fuerza incontenible que corre hacia el marco rival; o al demente que en cualquier momento patea, muerde o codea y más tarde se justifica bajo la tonta excusa que tuvo una infancia dura e incomprendida?

Eso lo veremos en el próximo capítulo.