La siguiente es una reproducción total de una carta anónima enviada a Radiohouse.hn
Señores de Radio House:
Me protejo en el anonimato, porque en estos tiempos, por andar dando el nombre, bien llega un delincuente y le mete un tiro en la cabeza a uno y parte sin novedad.
Aquí el asunto no está solo en que lo asesinen a uno a sangre fría, sino que al rato HCH saque las imágenes y mis familiares, además del dolor, deba soportar que las pasen una y otra vez, porque así lo demanda el morbo de los televidentes.
Como millones de hondureños, vivo sometido diariamente por el miedo de ser una víctima más de la inseguridad que vive el país.
¿Me matarán por robarme el celular?
¿Me extorsionarán porque soy dueño de un pequeño taller de carpintería que me heredó mi padre, y que a la vez fue fundado por mi abuelo?
¿Se meterán a robar a mi casa?
¿Moriré en un fuego cruzado en un asalto?
¿Cómo moriré? ¿Cómo?
Hoy he leído que Lourdes Bertrand (LA GATA), acaba de cerrar su gimnasio, porque tiene un año de pagarles a los extorsionadores y lo que gana ya no da para más.
Transportes Cristina también cerrará. ¿Y cómo no, si le asesinaron a un motorista?
Las preguntas que me hago, como usted que lee este artículo, son:
¿Debemos los buenos y luchadores organizarnos y empezar una limpieza de los delincuentes que nos tienen de rodillas?
¿O seguimos confiando en una Policía que, ya quedó demostrado, asesina a sus propios generales y es, en muchos casos, todavía más peligrosa que el propio crimen organizado?
Pero… ¿Qué estoy diciendo? ¡Si hay policías que son cabecillas del crimen organizado… Son la misma cosa!
¿Cuál es la solución? ¿A usted qué se le ocurre?
A veces pienso, y que Dios me perdone, que en Honduras debería existir un escuadrón de la muerte que barra con todos estos pandilleros, narcotraficantes, secuestradores y robacarros; así como ocurre en El Salvador.
Pero también reflexiono que los grupos de ciudadanos que se organizan en autodefensas es una medicina que termina siendo peor que la propia enfermedad.
Así sucedió en Cololmbia.
Así ocurre en México.
Ciudadanos comunes y corrientes, gente buena, como usted o como yo, terminan asesinando a inocentes bajo el amparo de la impunidad, o llegan a extremos sanguinarios -torturas, masacres-, que superan a los de los criminales.
¿Qué hacemos entonces?
¡Dígame usted!
¿Servirá la pena de muerte o la cadena perpetua para detener a los sicarios?
¿Qué debemos hacer para recuperar la paz?
¿Es culpa solo del Gobierno?
¿Cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos?
¡Cuándo fue que nos robaron la tranquilidad que no nos dimos cuenta!
¿Me voy a Estados Unidos a comer mierda, pero al fin de cuentas con vida?
¿Debo comprarme una pistola?
¿O mejor una caja de velas para rezarle al cielo?
¿Qué hacemos?
¿Qué hago?
¡Estoy desesperado!
Atentamente,
UN CIUDADANO HONDUREÑO