El parquecito de la colonia Palma Real de Tegucigalpa es una pequeña muestra de la pereza mental que nos cargamos los hondureños.
De nuestra indiferencia.
Del me vale.
En lugar de ser un lugar para que los niños jueguen y los vecinos platiquen, es una cantina de concreto al aire libre donde se reúnen a beber y a fumar -y a otras cosas-, jóvenes de esa colonia.
A la mañana siguiente, el parque es un basurero con colillas de cigarros, latas de cervezas y botellas de alcohol, bolsas de churros, cajas de jugo de naranja, vasos y platos desechables.
¡Es una asquerosidad!
Mientras en otras colonias los vecinos desean tener su área verde, los de Palma Real -una zona residencial de clase media en la que también hay mansiones y los carros de lujo que usan los ricos-, permitimos que en nuestras narices el parque se vaya convirtiendo en un lugar de perdición.
Esperamos, a lo mejor, que un día de estos se agarren a disparos en una disputa de drogas, y allí sí, saldremos todos a manifestar nuestro repudio y a echarle la culpa al gobierno.
-¡Ya no se puede vivir en este país! -saldrá diciendo uno.
-Es culpa del gobierno -dirá otro.
-Esto ya se veía venir -señalará un genio, de esos que nunca falta en las conversaciones
Siento tristeza y enojo cuando paso por el parque. Ver a cipotes borrachitos que se creen hombres porque ya tienen pelos en las axilas es un espectáculo deplorable.
Pero ayer decidí que lo más fácil es echarles las culpas a otros de mi propia apatía y di el primer paso: compré tres eucaliptos e igual cantidad de bolsas de tierra, y con mi hijo nos fuimos a sembrarlos al parque.
Solo es el primer paso.
Ahora trataré de motivar a los demás vecinos para que no permitamos que los vicios nos roben ese espacio.
Quejarse es el pasatiempo favorito de los hondureños. Si en Palma Real no hubiera parque, todo el mundo le mentaría la madre al presidente, a la alcaldía, al gobernador, a los regidores, a los curas, a los pastores, a Dios, a Al-Qaeda pidiendo uno… ¡En fin!
Nuestra apatía e indiferencia tiene algo que ver en la situación actual en que vivimos en Honduras. Puede que nuestra responsabilidad sea poca, poquísima, pero la tenemos.
A lo mejor estamos esperando que el presidente Hernández pinte el parque, recoja la basura, corte la grama y arregle el tablero de baloncesto.
Y una vez hecho eso, volveremos a este eterno estado de HUEVA COLECTIVA, y las bancas del parque se irán descascarando y los jovencitos que juega a ser hombres seguirán bebiendo protegidos por la complicidad de sus padres, pues resulta que si los vigilantes les llaman la atención, salen los alcahuetes y los amenazan “Pues mi hijo hace lo que le da la gana”.
“¿Y tanto escándalo hace este porque sembró tres eucaliptos?”, dirán los eternos quejosos-perezosos que no hacen nada.
Yo le podría contestar que al menos yo hice algo.
Pero no.
En lugar de eso lo invito a que siembre él también tres eucaliptos en el lugar donde prefiera. De tres en tres bien llegamos a un millón.