Siempre he creído que cuando llueve, el cerebro de las personas que conducen sus vehículos se vuelve lento. Realmente no sé si alguien más lo ha podido notar. Se quedan pesando dos veces antes de tomar una decisión de hacia dónde dirigirse.
El hecho es que estamos en una ciudad que no puede caer una lluvia durante 21 minutos continuos, porque el tráfico colapsa, como si se tratara de la peor catástrofe en la historia de Tegucigalpa.
Además las calles y las alcantarillas no funcionan, están mal construidas o simplemente la mano dañina de los habitantes de la capital las taponean con la basura que tiran desde el carro. Realmente es la ciudad de los extremos.
Cuando hace calor también la ciudad colapsa. Los pirómanos aprovechan a prender en fuego todos los bosques, Tegus se llena de humo y se pierde la visibilidad en el aeropuerto de Toncontin, por tanto, no entran vuelos.
El gorgojo hace de las suyas en los árboles y nos vemos obligados a cortar cientos de miles para que no dañe a las demás especies.
Se secan los ríos y las únicas dos represas que brindan agua potable. No hay agua por semanas en los barrios y colonias de Tegucigalpa. Esta situación es alarmante, dentro de unos años, la pelea no será por el petrolero, sino, por el agua.
Estamos medio fregados por todos lados. Esto sucede todos los años, desde que vivo por aquí, hace más de 20 años. El patrón es el mismo, quemas e inundaciones.
Sugiero un cambio de actitud, porque cada mal que nos pasa, es porque somos demasiado mal intencionados. Dentro de unos años, o nos quemamos o nos ahogamos.
Para finalizar, si usted ve una calle inundada no se las quiera tirar de vivo, porque se va a quedar a medio charco y se lo va a llevar p*tas.
¡Mucha conciencia!