El Sobado: La muerte de tres hermanos albañiles

A la memoria de: Denis R. Sauceda, Alex D. Hernández y Roy A. Núñez.

 

La cuchara, la pala, el cemento y los ladrillos son parte de mi vida. Soy albañil, y a mucho orgullo, porque construyendo casas y edificios me gano mis fichitas para poder vivir.

Los albañiles somos, por lo general, “manes” alegres, jodiones, pijineros, coquetos, enamorados. Podemos estar jodidos, pero nadie nos quita la felicidad.

Sin embargo, eso no nos hace olvidarnos de los muchísimos peligros que hay en nuestro trabajo, desde pequeños accidentes, como pararse en un clavo y que te joda el pie, o un martillazo que te deshace la uña, hasta caerse de un edificio o morir aplastado por un muro o soterrado por tierra, mezcla o lodo.

Yo me he escapado un par de veces por un pelito de morir enterrado.

Siempre es doloroso cuando ocurren desgracias como la del martes en la colonia América, cuando murieron tres albañiles.

¡Qué tristeza, Dios mío!

¡Qué dolor tan profundo!

Yo estaba chambeando allá en Palmira cuando salió la noticia en HCH. Todos los que estábamos trabajando -El Negro, Anthony, La Vieja-, y yo empezamos a llorar en silencio.

Muchas cosas se dicen de los albañiles, algunas ciertas y otras que son la mera paja, pero la verdad es que trabajamos a la mano de Dios, casi sin protección, sin seguros de vida o de accidentes.

¡Y a la gente le pela el eje!

Ninguna ley mete las manos por nosotros; es como si simplemente no existimos.

Nosotros no tenemos derecho a vacaciones, decimocuarto, aguinaldo, nada de nada.

Los patronos creen que con un pinche casco nos vamos a proteger. ¡Jodan, hombe!

Eso, al final, termina en tragedia como la que les quitó la vida a tres humildes albañiles cuyas muertes me tienen triste y jodido del corazón.

Así que allí me disculpan el tonito…

Saludos desde Los Pinos

EL SOBADO