El pueblo se para en las aceras para verle las piernotas a la Palillona y su sonrisa que vale un millón. “Va el agua, va el agua”, gritan los vendedores, mientras los rateritos “chotean” a algún distraído para sacarle la billetera.
La Palillona tiene fama de bella, y hay quienes aseguran que contorsiona su cuerpo como la serpiente que engañó a Adán y Eva.
Pero aquí los engañados somos otros…
¿Quiere circo este pobre pueblo? ¡Pues circo le daremos!
Atención, señoras y señores, con ustedes, la única, la sensacional, la misteriosa, la coqueta Ilsa Vanessa Molina… ¡LA PALILLONA!
Oh, pero qué gran decepción. ¿Es ella? Pero, ¿no le veremos sus piernas? ¿Por qué no sonríe mientras mueve las caderas al ritmo de Sopa de Caracol?
¿Por qué no lleva puesto un vestidito corto y botas blancas como apareció alguna vez en las portadas de los periódicos?
¡¡¡Nambeeeeee!!!!!!!
Pero como la tradición exige que hay que aplaudir, pues ni modo, hay que hacerlo.
Es el show del saqueo del Seguro Social, donde nos seguirán entregando gatitos como el periodista Henry Gómez y a la Palillona, a quien acusan de crear una empresa fantasmas donde lavó 9 millones de lempiras.
Muy bien, excelente…, pero… ¿Y los cerebros de altos quilates que planificaron y orquestaron uno de los peores robos en la historia de Honduras?
¿Cuándo veremos a uno de esos HDLGP (Hijos de la gran puta), en la penitenciaría nacional y no en un batallón?
¿Hasta cuándo seguiremos soportando el descaro y cinismo de estas hienas que suben sus fotos en Facebook para enseñarle al mundo que se dan la gran vida?
La ovación se va disipando en tímidos aplausos. “Me han visto la cara de pendejo”, piensa el pueblo, debajo de un sol que le quema el coco.
¡Qué decepción! No hay piernas para ver, sino más bien a una mujer que pintaron como una fiera, pero que no es más que una gatita en esta historia en la que se robaron miles de millones de lempiras…
Se terminaron los aplausos. Mientras la Palillona es trasladada a la cárcel (¿Por qué a ella sí y a Mario Zelaya no?), se empiezan a escuchar los silbidos del respetable.
Es decir, de ese pueblo que acababa de presenciar el último desfile de Ilsa Vanessa Molina…