Cuando en mi casa dicen que hay reuniones familiares es muy divertido y estresante hasta cierto punto.
Chistoso porque cada quién se roba el show de una u otra manera; lo tenso es la cocinada: unos quieren los frijoles más fritos que los otros, a unos no les gusta el arroz, la otra dice que es tortillas tostadas y si no, no come, otros gritan que solo quieren la carne con el fresco.
En fin.
Creo que la mayoría de las familias son así, aunque estoy segura que la mía exagera un poquito; pero ayer fue en la cocina que mis abuelos se robaron el show.
Mientras todas las mujeres de la casa estábamos metidas en la cocina, había un pedazo de carne, bien asada, así como me gusta a mí, y en el momento en que yo iba a meter mano para comérmelo, mi abuela prácticamente me lo quitó de la boca.
Y me dijo: “Ese no, gorda, ese es del viejo”, y luego lo agarró lo puso en un plato con tres tortillas tostadas, limón y en la otra mano una cerveza bien helada.
Mi abuela fue a darle el plato a mi abuelo, pero primero le dio un beso de esos que lo dejan sin aire y le dijo “Aquí está, mirá, viejo, como te gusta”, y le entregó el plato.
Cuando se dio la vuelta, él le dijo “Vieja, qué buena estás”.
Ja, ja, ja, ja, es raro contar esto, porque se trata de mis abuelos, así que espero que no la lean, porque si no voy a tener problemas ja, ja, ja.
En ese momento dejé lo que estaba haciendo y me dije “YO QUIERO UN AMOR A LA ANTIGUA”.
Sí, así como lo leen, esos amores que conqueteaban tal vez para que solo les devolvieran una sonrisa.
Y cuando les salía el beso, uff, no las dejaban ir por nada del mundo.
De esos amores que incluso eran más detallistas, pues enviaban flores, le abrían la puerta del carro a su pareja, y las hacían sentir la reina de su vida.
Y que, incluso con el paso del tiempo, siempre las hacen sentir la mujer más guapa del mundo a pesar de los muchos hijos que tuvieron y a los dramáticos cambios en su cuerpo.
Uuy, y qué decir de las mujeres que gritaban el amor a los cuatro vientos porque, simple y sencillamente andaban con el hombre de sus vidas.
Tenían muchos hijos, obviamente hacían muchas veces el amor, porque para ellos hacer el amor era más importante que cualquier cosa y muy probablemente lo hacían siempre con la misma pasión.
Si comparamos esto con un amor de la actualidad… ¡Dios, hay una diferencia abismal! El cortejo y la coquetería ahora se demuestra por un like en las redes sociales (si vemos que siempre pone like es porque le interesamos).
Las citas ahora por igualdad de género, cada quien paga sus cosas, y ahora, como no se sabe qué puede pasar, la mujer siempre lleva una tarjeta de radiotaxi (pasa que muchas veces el muchacho no la quiere llevar de regreso a la casa).
El máximo de hijos son dos, es verdad, la situación económica ha cambiado, pero creo que eso solo es una excusa ya que ahora pasamos más ocupados en otras cosas y eso es como secundario.
“Hacer el amor por el teléfono”, dice una canción. ¿A qué hemos llegado? A nada de caricias, nada de pasión, solo se hace por salir del paso, y otros van por el famoso “rapidito”, porque “tengo que hacer mil cosas más”.
Pocos dicen “Vieja, qué buena estás”, después de convivir toda una vida; ahora eso es un chiste, pues si de novios medio engordas, te cambian y listo.
Así que prefiero un amor a la antigua, que me diga después de toda una vida “Vieja, qué buena estás”.
Tampoco estoy diciendo que ya no hay, pero ahora es más difícil encontrar.
Pero no todo es tan malo. Porque sí encontré otro pedazo de carne bien asado, así que aproveché para ponerle limón y sal y comérmelo… antes de que llegara mi abuela.